Se supone que ella se
enamoró tanto que quedó embarazada, y despreocupándose de su rendimiento
escolar y quehaceres, se divertía y bailaba. La decepción de la madre fue una
más en la interminable fila del consultorio. La señorita no estaba preparada
para ser madre, mas fornicaba contrarreloj, a raudales. Su mamá veía la
telenovela sagradamente y fumaba, prestándole atención de inmediato a cualquier
comentario sabroso sobre el prójimo, desestimando la evidencia, y si sumamos lo
que internet la alucinaba, poco tiempo efectivo le quedaba para conversar con
sus hijos de esa potente moralidad y del futuro. No les transmitía con
vehemencia sus experiencias y convicciones. La movediza hija no reflexionaba ni
con una copa de ron en la mano y era permanentemente asesorada por las
casquivanas del liceo y por los jóvenes cachondos, que la invitaban con la luna
llena a ser moderna y desenfadada. Entre tanto humo y coreografías de
discoteca, calculó mal su periodo, y ahora el dulce y persuasivo novio temporal
no localiza un lugar adecuado donde ocultarse. La pasión, el desenfreno del
momento, traicionó a la muchacha. La alta tasa de pobreza no fue la culpable. La
prueba del ADN y la perseverancia en los tribunales de familia, serían el
sendero veraz. Las asesoras le regalaron un calendario chino tamaño gigante, en
la que le indicaron con peras y manzanas cuales eran los días fértiles y cuales
no, cuales eran los días en la que podía fornicar como una profesional y cuales
eran los días que debía mantenerse inmaculada. Después de un manoseo
irresistible y sin la ingesta seria de las pastillas anticonceptivas quedó
encinta. Sin una autocrítica feroz, la madre también culpo al Ministerio de
Educación por los pocos valores morales que les entregan a sus educandos, a la
programación nocturna de la televisión, a sus irresponsables amigos y a los
ojos claros del fugado yerno. Otros ven en el asesinato en serie o aborto una
salida honorable. Un monedero escuálido justificaría en parte la lujuria
selvática y la apatía. La madre, y lamentándose amargamente con otras,
conservadoras y progresistas, apuestan depresivamente a quien será la próxima
soltera preñada. La minifalda y la goma de mascar conforman el vestuario sacerdotal.
La regañina estéril es a suma alzada. La joven nueva madre también ve
telenovelas absorta y es un poco más garabatera que su progenitora y no fuma
más que ella. El bebé desde su cuna mira atento las ventanas una por una y no
comprende tanta vaciedad, tanto extravío. Por su primogénito, la señorita
espera ser una mesera de lujo acicalada, como en su momento lo fue su mamá.
Fin
Del
blog índice “LAS SOTANAS DE SATÁN”
No hay comentarios:
Publicar un comentario