martes, 9 de diciembre de 2014

MUECAS DE LA ETERNIDAD

  
Con tanto tiempo vendiendo tumbas en mi funeraria “El adiós definitivo” pienso que soy un experto más en el área de la eternidad. El silencio del cadáver adentro del cajón es estremecedor, subliminal. Cada cliente mío se convertiría en un ángel en una residencia a la cual ingresan según el respeto que tuvieron a los principios de su conciencia. Si expiró en paz con Dios, consigo mismo, hoy sería un corista más entre los serafines. Después de cada tragedia, la vida continúa. Ningún pasajero de este tren es indispensable. De la maternidad a la funeraria, con un ataúd que es el epicentro de los por que. Comienza una nueva vida sin fin. Hay algo en nosotros que nunca muere. La semilla se planta en esta dimensión. El cliente tieso ya posee la sentencia superior, sin una corte de apelaciones o influencias. Para el que dejó de respirar todo es irreversible. Interpretaré adecuadamente los ademanes de la eternidad. Por bueno que sea el servicio funerario el usuario no regresa. Todos terminamos tiesos, en posición horizontal, y no hay nada más en esta dimensión, independiente de los mitos y dioses. Todo lo que no fue ya no fue. Todas las cosechas de lo sembrado se anidan dentro de un cajón de madera, que es la portezuela al infinito. Las pasiones y las mentiras expiraron y rebobinar es imposible. Reeditar lo razonado y lo obrado es ridículo. Como vendedor aprendí que perece lo que se ve y que la muerte es propiedad de cada uno y que cada uno la administra libremente, ya que es una intimidación, el mayor de los desafíos. No sucumbiré en el lugar de otro. Todos fallecemos una sola vez, y generalmente es involuntario. Casi nadie se apura. La caprichosa vida se va de las manos en menos de un minuto. El cementerio es una parada ineludible. Nacemos y nunca dejaremos de existir. En el vientre de la madre hay vida, vida eterna. Algunos, los que guardan el precepto divino, esperan su fin con regocijo, calmos. En ellos la vida cierta y bienaventurada comienza con la muerte. El cajón no los aterroriza, curiosamente. A otros hablarles de su catafalco es sinónimo de angustia, de dudas, de preguntas circulares veloces, en rostros arrogantes que no vacilan, con una irreverencia que también es eterna. Consultarle al fallecido detalles sobre su nueva vivienda es insostenible, aunque me da la impresión en algunas ocasiones de que pretenden comunicarse conmigo y no pueden, tal vez para entregarme alguna advertencia, o tal vez yo estoy aburrido entre tanto muerto y alucino. El ser humano mastica e intenta digerir la defunción, que es su número final. Ni mil obras de arte lo explicarán. El cuerpo es una ropa transitoria que se deteriora, de un alma que es eterna. El cuerpo no lo es todo y no es el destino último del ser convertirse en arena. La presencia del ser humano sobre la tierra es más profunda y compleja. Ese tal juicio final posee sentido. El que robó sin castigo alguna explicación dará. Los gusanos se alimentan de una fracción del ser, que ya no sirve. Vencer a la muerte es el gran anhelo, liberar al alma de sus pasiones y cadenas el gran objetivo. El alma es la identidad del ser, su puerta de escape, y a veces da la impresión de que algunos fallecen antes de partir, y deambulan por las calles con la expiración o la tragedia en el rostro. La muerte no discrimina, a todos los cita por igual, y ninguna reacción es idéntica a la otra. No se deja impresionar por los carnavales o atrabiliarios. La vida después de la muerte es parte del ser, de un ser que es eterno, con las exequias como el paso más determinante. Con la defunción el hombre no deja de caminar, sólo se cambia de hacienda. La reflexión sobre la muerte nos hace distintos, religiosos, trascendentes. Sin la presencia de la muerte y del dolor no seríamos nada. El funeral hace la gran diferencia.
Ingresa una señora a la funeraria a realizar consultas.
-Estimado vendedor, buenas tardes. Ha fallecido mi santa madre y deseo un servicio funerario completo. Sólo tengo el certificado de defunción del médico.
-Buenas tardes señora, mi nombre es Dagoberto. Efectivamente el servicio funerario es completo e incluye los trámites en el registro civil, en el cementerio, el cortejo y la organización en general. Mi más sentido pésame por el fallecimiento de su señora madre.
-Mi mamá lo era todo en nuestras vidas, en la mía. Con sus ochenta años se preocupaba de mí como si fuera una adolescente. Hasta dos horas antes del infarto me daba consejos de todo tipo. Éramos almas gemelas. Tengo sesenta años y nietos y ya me siento una huérfana. Ya no soy la misma, algo de mi persona se fue con ella.
-Señora, he aprendido con los años que el dolor más grande es la pérdida de la madre. En algunos hijos el dolor es insostenible. Hay un hilo indestructible que nos ata a lo que nos crea.
Se iba la madre, el amor a ella se quedaba acá, porque el amor vence a la muerte, trasciende. El dolor y la muerte golpean al amor mas no lo derrotan jamás. La muerte es un súbdito del amor. Dios es amor. La señora continuó su vida con normalidad, con la esperanza de reencontrarse con su santa madre unos años más tarde. Mediante la fe, el Creador instala en el alma humana, una  genuina esperanza eterna, que brota de una cruz, de la redención. La defunción, al igual que la naturaleza humana, siempre nos sorprende.



FIN


Del blog índice “LAS SOTANAS DE SATÁN”


















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