sábado, 2 de mayo de 2015

EL CANDIDATO A DIPUTADO



Hasta que un día le comunicó a sus amigos con un poco más de formalidad en el bar “La potoncita” que ambicionaba ser diputado de la república. Iba a cambiar su pizzería de la comuna de Lo Prado por un escaño en la cámara de diputados. Lo pensó por muchos años y lo anhelaba desde siempre. Se preparó, estudiando un poco de locución, dicción y teatro, vigorizando su locuacidad innata. Además poseía un capital interesante. Era su sueño americano. Ensayaba discursos frente a su espejo casi como un vicio, con el esfuerzo de quien sube el Everest. Tenía carisma, los clientes lo querían, los vecinos lo escuchaban, lo conocían. Siempre fue el más simpático del grupo, un buen bailarín de salsa y rocanrol y un mal cantante en el karaoke que generaba más risas y encomios, por el empeño que ponía al cantar, desafinado. Todos lo amaban, era liviano de sangre. A veces sencillamente era un humorista. En el liceo creyó que podría obtener una gaviota por sus chistes, en el Festival de Viña del Mar. Era un agrado verle, conversar con él. Cuando hubo que reparar la plaza, hermosear los jardines o comprarle camisetas al equipo del barrio “Los encopetados” él era siempre el primero en realizar las gestiones ante la Ilustre Municipalidad o ante quien fuera, con una energía torrencial que no pasaba desapercibida jamás. Mucha gente le decía medio en serio: “tú deberías ser diputado”, y él de tanto escucharlo se compró completamente esa posibilidad, el cuento. Todavía no empezaba ninguna campaña y el ángel y magnetismo de Juan Etéreo Grupeli ya sumaba votos. Todos le decían “Juanete”, que era la fusión de su nombre y la mitad de su apellido. Al igual que la presidenta de Chile Michelle Bachelet su trago favorito era el terremoto, y después de una inspiración etílica se para delante de todos los muchachos del bar y se lanza de una buena vez, micrófono en mano, totalmente persuadido de su misión, que lo carcomía: “Buenas noches queridas amigas y amigos, por vocación y petición de muchos honorables miembros de esta hermosa comuna, he tomado la decisión de postular al parlamento por el distrito 18. Sí, seré un diputado de la gente y por la gente con el lema “Juanete en el parlamento, a sus promesas dará cumplimiento”. Mi agenda política estará compuesta por vuestras exigencias y necesidades, no por los intereses partidistas o de unos pocos. Que nadie se confunda, seré la voz oficial de los sin voz, de los peatones, de los humildes. Yo los representaré sin arrugar o arreglines. Las puertas de mi oficina estarán abiertas todos los días del mes sin excepción, y seré el arquetipo fidedigno del manoseado 24/7. Espero contar con vuestra confianza en la próxima contienda electoral. Muchas gracias y salud”. El aplauso y aprobación del público fueron espontáneos y Juanete, con libreta en mano, ya anotaba los petitorios de la popular, junto con el Zoquete, su brazo derecho y asesor ideológico. El Zoquete, con una enseñanza media cumplida con dificultades, fue el primer promotor de la idea de que el dueño de la pizzería Juanete fuera un flamante servidor público electo. Le tenía una fe ciega. Desde ese día no se perdían bautizo, partido de fútbol, velorio o cualquier evento relevante en la circunscripción. Juntaron con tiempo unos buenos ahorros y elaboraron un agotador plan. Estaban en todos lados, a todo vapor, registrándolo todo y haciendo tantas promesas y conjeturas que simplemente no podía recordarlas todas. Visitó parroquias católicas y protestantes y lo único que faltó es que predicara del sermón del monte. Se multiplicaba increíblemente, era ubicuo. Conversaba con todos y abrazaba hasta los perros y mascotas, con su interminable y singular sonrisa, que era su mayor carta. La emocionalidad era su bandera de lucha. Su candidatura lo tenía alucinado y poseído, con ese rol de servidor público que asumió desde el fondo de su alma. El gran problema era que a estas alturas el presupuesto de caja era esquelético y no quería terminar haciendo afiches de cartón una vez iniciado el periodo de la publicidad oficial, así que con su asesor decide visitar al hombre del maletín que le había llamado varias veces y al que había rechazado por ética política. Juanete no iba a someterse al yugo de los poderosos, mas la pobreza reinaba. Estaba muy ajustado. El candidato sabía que sin dinero todo lo obrado se iría al tarro de la basura en un tris, así que se encuentra con el misterioso hombre del maletín en el tercer piso de un reconocido banco y holding capitalino, a evaluar contingencias y sus opciones.
-Buenas tardes señor Juanete, un gusto en conocerlo –señala el poderoso señor Ponzeta.
-Buenas tardes señor Ponzeta, gracias por recibirme. Es un honor conocerle y conversar con usted –dicen al unísono Juanete y Zoquete.
-Estimado Juanete seré honesto y directo con usted, sin muchas vueltas. Mire, yo lo necesito a usted y usted me necesita a mí. Hemos hecho encuestas, estudios e investigaciones con sociólogos, cientistas políticos y expertos en todo Chile, y le comunico que en su circunscripción usted es quien tiene hoy la primera posibilidad de ser el nuevo diputado, por eso lo llamé. Mucha gente está sorprendida y asustada con su irrupción en la política. Comprenderá que sin financiamiento su derrota política está garantizada –afirma con convicción uno de los dueños del prestigioso banco y conocedor de estos escenarios.
-Es verdad señor, mis recursos son escasos y la gente siempre me pide que le compre una torta para una rifa, que le compre remedios y mil cosas más, y ya no tengo dinero para cubrir los compromisos y costos de una campaña política presentable, arrolladora. Todos los días aparecen gastos inesperados –dice Juanete con cierta melancolía.
-Mi grupo económico decidió financiarle su campaña siempre que firmemos un pacto de caballeros –indica seriamente el banquero.
-¿A cambio de que sería el dinero de la campaña? –pregunta un intrigado y moralista Juanete, con el disgusto no disimulado de Zoquete.
-Estimado candidato, el vilipendiado neoliberalismo que hemos construido con éxito todos estos años ha traído prosperidad y libertad de emprender a todos. Obviamente no es una sociedad perfecta y necesitamos una agenda social progresiva y responsable, sin esa demagogia de los oportunistas, radicales y faranduleros. Mas los pilares de nuestro libre mercado que llevarán a Chile al desarrollo global están ahí y nadie los tocará. Sólo hay que tener paciencia y seguir trabajando. La previsión en manos privadas es parte de la libertad de elegir. Luchamos contra esos embaucadores que piensan que la salud, las pensiones, las empresas estratégicas y el cobre y casi todo, deberían estar en manos del Estado, de los trabajadores. Los socialismos reales naufragaron estrepitosamente, el estatismo es una ideología acabada y digámoslo de una buena vez, Cuba es un campo de concentración aunque los talibanes de siempre lo nieguen. Mi opción es la libertad y usted será mi gran aliado y adepto en la cámara –expresa con convicción Ponzeta.
-Señor Ponzeta, disculpe pero algunos de sus planteamientos atentan contra mis principios filosóficos –indica un profundo Juanete.
-Entonces está conversación terminó. Le entregaré los doscientos mil dólares a su competidor y caso cerrado –expresa Ponzeta en seco y en eso Zoquete le da un golpe fuerte en la cabeza a Juanete, y una bofetada que lo dio vuelta.
-Zoquete, ¿por qué me golpeas?
-Eres imbécil o te cortaron en verde. El señor Ponzeta decidió amablemente financiar tu campaña, llevarte a un triunfo seguro para que desde la cámara de diputados puedas servir al pueblo y tú, en un infantilismo ideológico lanzas todo por la borda. Ahora los afiches van a ser de cartón y tú los vas a pegar con escupe y después del humillante descalabro tendrás que vender tus pizzas en la calle porque también se te olvidó de que estamos casi quebrados, tarado. Todos los días aparece una vieja pidiendo algo –un indignado Zoquete lo vomita todo.
-Paren, paren todos, me entendieron mal. Hablé de principios, no de rechazar la generosa colaboración suya –mirando al banquero recapacita a tiempo y con la voltereta se soluciona todo.
-Estimado Juanete le pido mil disculpas por haberlo entendido mal. Entonces somos socios y estamos en el mismo equipo. Usted apoya nuestra agenda neoliberal de progreso desde la honorable cámara de diputados y nosotros financiamos vuestro futuro y los éxitos que vendrán. Espero que sea parlamentario por veinte años, con nuestro desprendido auspicio –aclara Ponzeta.
-Señor Ponzeta, disculpe la impertinecia, ¿podría adelantarnos cinco millones, por favor? –solicita un escuálido y casi desesperado Zoquete.
-No faltaba más. Aquí está lo requerido –saca cinco fajos del cajón en el acto-. Mis socios me tratan bien y yo los cuido, por mientras estemos en el mismo equipo, claro está. Yo también soy un servidor. Así que en lo que demanden, cuenten conmigo.
-Muchísimas gracias señor Ponzeta –señalan Juanete y su asesor ideológico.
-Juanete –ya en más confianza-, para que te pueda entregar los doscientos mil dólares deberás emitir varias boletas de honorarios por veinte mil dólares cada una en la que harás clases de gramática a mis empresas por un año, en tu calidad de profesor de castellano. No te olvides de pagar tus impuestos. Mi abogado te explicará la engañifa y todo y te depositaré cuanto antes –es un victorioso banquero que termina la reunión con uno de sus tantos súbditos, más relajado.

Con dinero en los bolsillos la campaña tomó otro nivel, se eleva notablemente. Empezó a comprar palomas, impresiones de calidad, llaveros, poleras, publicidad radial y más. También pagó cenas, empanadas, cantantes, tortas, botellones, rifas, bailarinas coquetas, remedios y bailongos. Corría como loco todo el día pensando en el escaño. Lo que más le emocionaba que en las encuestas iba en primer lugar por menos de un uno por ciento, lo que probaba que de todas maneras la pelea estaba demasiado reñida, demasiado, no apta para cardiacos. Juanete peleaba voto a voto, golpeaba todas las puertas, se paraba con su banda musical y danzarinas de falda corta en cualquier esquina o sitio. A veces gimoteaba en silencio porque desde su interior escuchaba una retumbante vocecita que lo nombraba diputado de la república.

Y concluida la batalla de tantos meses, llegó el gran día de las elecciones parlamentarias. Y el pueblo fue a las urnas. Juanete y Zoquete votaron temprano y se fueron a la sede a esperar los resultados. Los expertos vaticinaban una llegada estrecha y Juanete se comía las uñas y se bebía una jarra de café tras otra, y unos gramos de ron, yendo a la letrina cada media hora. Con cada hora que pasaba se ponía un poco más insoportable. Le costaba contenerse y disimular mas zoquetito, el perro fiel, lo alentaba con el triunfo y un mañana esplendoroso. A las cinco de la tarde se abrió la primera mesa de la circunscripción y comenzó el terrorífico conteo. En una mesa ganaba él y en la otra su contendor, siempre por pocos votos. Ningún candidato se distanciaba. Había que esperar y beber más café. Juanete ya no daba más y veces creía que en esta elección o eventual derrota se le iba la vida misma. Mas se mantuvo en pie, como pudo, hasta que llega por la radio lo que es el escrutinio final no oficial. Contabilizados los ciento veinte mil votos anuncia el locutor que Juanete había perdido por menos de cien votos. Ni una película de horror de Hollywood podría tener un mejor guion. Juanete entró en una depresión y angustia mortales y empezó a llorar y a romperlo todo, sin importarle las pocas visitas ni nada. Su asesor intentaba detenerlo mas el candidato derrotado destrozaba ventanas, mesas, vasos y todo lo que se cruzara por delante. Echó a todos los invitados de la sede, dándole patadas a las sillas, totalmente podrido ya, gritándoles: ¡traidores! ¡hijos de puta! ¡métanse la reparación de la cancha en el culo! ¡Viejas hediondas, me gasté una fortuna! Algunos vocablos eran irrepetibles. Cambió el café por una botella de ron y se quedó solo, completamente solo, fuera de sí, intentando dormir algo borracho, entre gemidos y una ira que no se disipaba. El último en abandonar la sede fue el amargado y leal zoquetito que también se fue sollozando, después de asegurarse de que su ebrio y sedado amigo dormía bien, en la habitación de la propia sede. Todo había terminado y nadie podía creer como se desarrollaron los acontecimientos. Los buenos amigos consolaban a un lacrimoso zoquetito que no podía cerrar los ojos, por la pena que lo embargaba, derramando lágrimas en las bancas de la plaza. Era la incomprensible tragedia humana de un candidato que corrió como enfermo mental sin descanso ni respiro depreciando sus pies en la calle por más de un año. Todo era una gran injusticia, hasta que a las cuatro de la mañana un bebido Zoquete escuchó una nueva noticia en la misma radio, que les cambiaría la existencia por siempre.
-Estimados oyentes informamos que debemos rectificar o actualizar el cómputo final de esta circunscripción porque no se consideraron siete mesas de la escuela Lautaro –barrio en el que se domiciliaba la pizzería-. Con todas las mesas cerradas a esta hora comunicamos que por una diferencia de ciento treinta votos a favor el nuevo diputado de la circunscripción es don Juan Etéreo Grupeli – anuncia un trasnochado locutor.
Zoquete enloqueció de la alegría de inmediato y en tres segundos quedó totalmente sobrio, y saltando como un canguro rojo se puso a gritar sin pudores: ¡ganó el Juanete! ¡ganó el diputado del pueblo! Algunos amigos y simpatizantes se empezaron a reunir en la vieja plaza y se fueron raudamente gritando la victoria a la sede de un candidato que estaba borracho, y en su quinto sueño. Y Zoquete echando la puerta abajo y en medio del júbilo despertó casi a patadas a Juanete y le increpaba en la cara descompuesto de dicha.
-¡Juanete ganaste! ¡ganaste! Eres nuestro nuevo diputado por Lo Prado, Cerro Navia y Quinta Normal. Despierta amigo, levántate y anda.
-Zoquete – Etéreo está totalmente desconcertado por tamaña noticia-, si es una broma te mato aquí mismo. Mide tus palabras –era la expresión de alguien que ya sabía lo que era volver de la muerte.
-Amigo del alma, faltaban siete mesas y en el cómputo final la radio te nombró como el nuevo diputado del distrito 18. Te lo repito: venciste. Ahora dúchate, aféitate y vístete porque a las 9 am se te viene la primera entrevista. Me llamaron al celular, tengo todo preparado. Tu nueva vida comienza ahora, mi querido compadre.
Al excadáver también se le quitó la borrachera y todo y tratando de contener la inmensa alegría y emoción dialoga con los periodistas en la puerta de la que es desde ahora su sede parlamentaria.
-Don Juan, ¿qué siente con tan apretado triunfo?
-Lo importante que la voluntad popular se ha manifestado. Estoy muy feliz de representar a la provincia en la distinguida cámara.
-¿Dónde esperó los resultados? ¿estuvo muy nervioso?
-Si bien hubo un nerviosismo natural en el conteo conclusivo de votos, mantuve siempre y en todo momento la serenidad de espíritu que la situación ameritaba, subyugado en todo momento al veredicto del pueblo, y con la conciencia tranquila de haber trabajado bien. Soy un hombre calmado, por naturaleza.
Terminada la entrevista y después de un buen descanso Juanete se dirigió a “La potoncita” para celebrar como corresponde tan magnánimo triunfo, bailando rocanrol. El regocijo en el lugar era una plaga.

El 11 de marzo Juanete juró como flamante diputado y el primero en felicitarlo fue Ponzeta, su gran socio político-financiero, de aquí en adelante. Llegaron a ser amigos. En la sede atendía a casi todas las personas pero se estaba agotando su paciencia así que regañó cariñosamente a su asesor ideológico.
-Zoquetito, me traes puras viejas feas con problemas terribles ¿Qué culpa tengo yo del sida, del embarazo precoz, de la infidelidad, de la delincuencia o del alzhéimer? Tráeme mujeres bonitas será mejor. Selecciona Zoquete, selecciona, y así nos divertimos los dos. Las fiestas privadas no fenecerán jamás, menos ahora. El vino y las mujeres yo las pago, como en todos estos años. Adelante amigo, con fe. El porvenir nos pertenece.

Juanete como diputado fue reelecto varias veces porque tenía cada vez más un potente financiamiento y aprendió bien todos los trucos y fechorías del kamasutra político. Nunca pellizcó a los poderosos, ni en broma. Cuando terminaron sus servicios a la amada patria como parlamentario se compró una pequeña cadena de pizzerías y algunas propiedades y volvió a “La potoncita” a mostrar sus dotes de bailarín de rocanrol, con su peculiar y prestigiosa sonrisa.




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JAIME FARIÑA MORALES
ARICA-CHILE










martes, 9 de diciembre de 2014

CORAZÓN MÁRTIR


La familia Gabillón era de alcurnia, de la cúspide. El padre, don Benjamín, era un hacendado, exportador y accionista pesado de un banco, entre otros tantos, en el cual trabajaba de sol a sol como ejecutivo buscando inversiones, nuevos negocios y productos en cualquier sector de la economía. Pertenecía a la lista de los diez hombres más ricos del país y a uno de los grupos financieros e inmobiliarios que movían los hilos de la amada patria. Eran el verdadero poder y La Moneda era solamente el eterno cómplice, sin importar quien residiera temporalmente allí. Poseía un importante y grueso portafolio de activos, sobre todo en la supuestamente impredecible bolsa de valores. Él no solicitaba información privilegiada, la daba. Una de sus misiones era mantener una gran amistad con todos los gobiernos y políticos de turno y colaborar en lo que fuera posible, siempre que la aberrante sombra del estatismo o populismo no aparezca. La demagogia es el caos. Sin sobresaltos, todos sus hijos e hijas se casaron con el tiempo en la misma parroquia y con confiables sacerdotes del Opus Dei o equivalentes, hasta que apareció el séptimo hijo, el conchito, que resultó ser una preciosa y rizada señorita, que fue bautizada con el nombre de Isidora Ignacia, el año 1965. Tenía ocho años de diferencia con su hermana inmediatamente mayor. A la Isi la malcriaban sus padres, sus abuelos, sus hermanos, sus tíos, las nanas y el resto del planeta. En cierta manera empezó a ser una niña insoportable y excesivamente caprichosa desde la cuna, y eso trae sus derivaciones. Cuando era tozuda era inaguantable. El padre se sometía con fluidez y babas a las más singulares extravagancias de su postrer retoño. Isidora estudió en el exclusivo colegio “Las devotas de María”, en la que le enseñaron todo sobre el apostolado de ser una madre piadosa y una abnegada y fiel esposa, según los estrictos dictados de la Madre Iglesia, y los propósitos de la familia, aunque ingresara a la universidad. El primer requisito de las alumnas es ser damas compasivas y comportarse como tales en todo instante y lugar, con una profunda fe en Dios, María y los santos correctamente canonizados. Todos sabían la ira que le producía a don Benjamín los anarquistas, contestatarios, rebeldes, rojos, ateos y libertinos, a los que él consideraba la escoria. Si uno de sus hijos hubiese optado por este desgraciado camino del mal habría sido desheredado en tres tiempos. Naces como un católico conservador y te mueres así y punto. Amas a Dios, a la patria y a la familia y punto. Y no explores otras definiciones de patria. Don Benjamín se incomodaba con los sermones del evangelio social y transformador que oía en alguna homilía oficial de vez en cuando. No hay un milímetro de espacio para los licenciosos, insurrectos o cuestionamientos. La primera comunión de Isidora Ignacia fue un acontecimiento de la alta sociedad. Y si bien en la secundaria había besado en secreto a dos jóvenes a ella le gustaba su vecino cercano Faustino, que si bien era de muy buena situación económica, no se podía comparar con los Gabillón. El guapo Faustino e Isidora hicieron juntos la confirmación e iniciaron un romance secreto, con la reservada venia posterior de la madre, doña Matilde. Faustino no hizo la Confirmación a su debido tiempo y aprovechó la coyuntura para conocer más a Isidora, en las clases de preparación en la parroquia. El primer beso fue una larga batalla, tanto, que le compró una canción. Ella, con sus dieciséis años disimulaba muy bien su profundo y juvenil amor, como la señorita que era. El apuesto y respetuoso Faustino, hostigado por varias féminas, no ocultaba en ningún minuto su amor y profundo fervor por Isidora y la cubría de elegías y adulaciones, hasta acomplejar a Bécquer. Doña Matilde, supernumeraria del Opus Dei, la autorizaba a salir siempre que fuera con otras amigas, en grupo, y a lugares y con horarios debidamente inspeccionados, y con discreción. Algunas millonarias eran algo modernas o progresistas, ella no, nunca. Al primer desliz o tontera Isidora se queda sin admirador y sin nada. Su santa madre la veneraba, mas en cuestiones de principios no transaba jamás. Obviamente el pololeo de ellos no era de todos los días. La antojadiza Isidora sabía que terreno pisaba en toda hora y lugar, y el diplomático Faustino se adaptaba a todo con tal de consentir a la que el veía y soñaba como su futura esposa. La consentida joven era, en general, coqueta con él. Después de un año juntos varias veces se habían manoseado con cierta pasión sin llegar a mayores, sin corolarios que lamentar, en el automóvil especialmente, cuando se quedaban solos. Es que físicamente no estaban muchas horas solos. Un día cualquiera del verano de 1983 Faustino golpea la puerta de su amada y la encuentra sola en su casa, sin nanas y sin su madre, que fue a un herbolario con cierta urgencia, por media hora. Isidora se abalanzó sobre él y lo besó fogosamente y él, que intentaba ser recatado por miedo a fallecer en la hoguera en manos de sus suegros no resistió más y respondió con una desordenada efusión y le tocó todo y le besó casi todo, ciegamente. La resistencia apostólica y mariana de ella fue nula, es más, la primera iniciativa libidinosa es de su autoría. En medio de los palpamientos impúdicos e impetuosos Isi escucha el sonido de la reja o puerta externa de su casa y se acomodó la ropa en cinco segundos y se sentó en la escalera de afuera con su galán enamorado, presurosamente. Si se demora más de la cuenta en poner las prendas en su sitio hoy Isidora estaría posiblemente excomulgada y denigrada por su familia.
-¿Qué haces en la escalera? ¿por qué no haces pasar a Faustino? –pregunta una extrañada Matilde.
-Mamá, no hay nadie adentro y decidimos esperarte aquí. Faustino ya se va, sólo quería darme un regalo –señala Isi.
-Eso me parece muy prudente. Chao Faustino, que te vaya bien.
-Hasta luego señora Matilde.
La joven lo acompaña hasta la puerta y se despidió de él con un débil beso en la mejilla. A Isidora le gustaba mucho Faustino, de pies a cabeza, desde que lo vio. No podía gritarle al viento su hondo amor, tampoco a su mamá. Era un amor juvenil, idílico, tal vez algo enfermizo. Ella era veleidosa y eso no ayudaba en nada.
En el refinado club Vitacura los jóvenes del barrio alto se juntaban con sus familias para celebrar navidades, fiestas patrias, cumpleaños y otros, y generalmente Isidora era el centro de mesa, la estrella, ya que además bailaba bien y era agraciada. Desde niños nunca faltaron Faustino y Guillermo, que eran siete años mayor que ella. Estos dos eran los partidarios más destacados, entre tantos. Ella disfrutaba siendo una muñeca presumida y sutilmente provocadora. Guillermo Prado no se quedaba atrás en odas y alabanzas, aunque su atractivo era más limitado. En la navidad de 1984 don Benjamín lanza en su casa una bomba de racimo que Matilde presentía, por el perfil de los reiterados comentarios de su cónyuge, de los últimos meses, y que no fue posible soslayar.
-Querida esposa, si Isidora se casa con el ingeniero Guillermo podemos unir las fortunas de los Gabillón y los Prado y ser así juntos los accionistas casi mayoritarios del banco Lemet. Imagínate casi el 40% de las acciones y de otras inversiones quedarían en las dos familias. Es por lo que mis padres y yo hemos batallado toda una vida. Difícilmente el futuro se puede ver más esplendoroso. Isi sabrá cumplir con su deber de Gabillón, sin cursilerías, lo sé, lo sé – expresa un emocionado padre, que planificaba un matrimonio por conveniencia soterradamente, casi involuntariamente. Estaba vendiendo a su hija.
-Benjamín, tú sabes que Guillermo ha perseguido con energía siempre a Isi, pero ella no lo ama, sólo lo tiene como un buen amigo –replica ella.
-Isidora Ignacia no ama a nadie, no está comprometida con nadie. Tú la has cuidado bien y está oportunidad no la dejaré pasar. El amor vendrá con el tiempo. Mi bisoña hija tiene un deber sagrado que cumplir, y esto siempre va primero. Hay decenas de millones de dólares en juego y más, en los años venideros. Dependemos de este matrimonio y una Gabillón no eludirá su responsabilidad. Obviamente tengo tu total apoyo. Ya hablé con los padres de Guillermo y también entienden que hay muchísimos activos en juego. Además el inteligente Guillermo tiene pensado realizar grandes inversiones y proyectos en muchas áreas. Es una mente brillante, inquieta, ambiciosa. Es un Henry Ford. Matilde, tu compromiso moral es explicarle a Isi el sabroso, espectacular e insuperable escenario financiero y familiar que estamos construyendo. Esta oportunidad no se presentará dos veces –señala Benjamín con infinita alegría y esperanza.
-Benjamín, no será muy apresurado. Isi va a cumplir recién diecinueve años –indica Matilde tratando de postergar la fija boda.
-Esperar más tiempo, ¿para qué? Para que se enamore de un aventurero, de un hombre de patrimonio limitado, de un trepador encubierto, de un emprendedor de última hora. Matilde, ¿escondes algo? ¿Guillermo es muy feo?
-¡¡No me ofendas!!, tú sabes que soy transparente y que te apoyo en todo lo que sea beneficioso para la familia. Guillermo no es feo y es varonil –contesta así obligadamente y levantando la voz, por ser una encubridora en peligro.
-Mis otras tres hijas se casaron muy bien, mas la boda de Isidora va a hacer historia. Invitaremos a toda la aristocracia criolla. Si hasta la esposa del general Pinochet me señaló que le encantaría asistir a la boda del siglo, en una conversación distendida que tuvimos en La Moneda. Mi general está ocupadísimo. Sólo falta el responsable sí en el altar de mi hija y programa cerrado. A ella le he dado de todo, no me fallará. Matilde, encárgate de todo lo sentimental y yo de lo económico. Necesito de tu absoluto apoyo en estas semanas decisivas, sin titubeos – sentencia el patriarca de los Gabillón, que con convicción y perspectiva juega sus fichas.
-Benjamín, yo te ayudaré en todo, con la boda del siglo, con la vehemencia acostumbrada. Esto nos conviene a todos y es un premio a tu infatigable lucha por todos nosotros. Ambos son los herederos perfectos del reino.
-Gracias esposa mía por comprender rápidamente y colaborar siempre. ¿Qué haría sin ti?
Matilde le permitió pololear en secreto a su hija y ahora debía afrontar las ramificaciones de los besuqueos, porque la mimada Isidora estaba enamorada de verdad. Eran demasiados los millones de dólares en inversiones jugosas y ella no le iba a cerrar la puerta de una prosperidad obesa a la familia por un amorío juvenil pasajero. Isidora entenderá el contexto y asumirá con altura de miras su obligación, seguramente. Cualquier afán adolescente será desestimado. Se lo explica a su hija con pinzas, en su lujosa habitación de soltera.
-Isi debo conversar contigo un asunto delicado –el rostro se le empalidece.
-Dime mamá, ¿qué sucede? –Isi algo sospecha, por las señales de los últimos meses y los obsequios lisonjeros y caros de Guillermo.
-Hija, tu padre y los Prado han llegado a un gran acuerdo. Ellos están convencidos que el glorioso futuro pasa por tu matrimonio con Guillermo. Tú sabías que un acontecimiento como este llegaría, y el joven Prado te adora.
-Mamá, ¡se volvieron locos!. Yo sólo amo a Faustino, y si bien el educado Guillermo es un buen pretendiente, es mi amigo y nada más. ¿Cómo me voy a casar por dinero? ¿soy yo una acción de la bolsa de valores, una dama de compañía? Es increíble que no participe en la decisión más importante de la vida de una mujer.
-Es un amigo que te ama, que ha insistido contigo. Faustino se ha interpuesto en cualquier relación que pudiste haber tenido con él. Le bloquearon toda posibilidad a Guillermo, y yo soy un poco culpable.
-No amo a ese tipo mamá, no me casaré con él. Prefiero morir, huir. Mándame a estudiar al extranjero cualquier carrera.
-Isidora Ignacia, mantén la compostura de una señorita de tu clase. A tu padre no le podemos hacer escenas y menos un escándalo. En esta vida que es dura, todos tenemos que ceder. Guillermo vendrá a pedir tu mano un mes más, con ambas familias de testigo. Tu primer deber es terminar secretamente con Faustino explicándole en detalle todo. Él comprenderá todo, créeme. Es un muchacho inteligente. Hoy, Benjamín y tus seis hermanos cifran sus esperanzas en ti, en que actuarás rectamente, por el beneficio de todos. Tus hermanas hicieron algo parecido, con el visto bueno de tu papá. Cada oveja con su pareja. Fuiste educada para este día.
-¿Y quién se preocupa de mi beneficio emocional?
-¡Malcriada egoísta!, todos hemos pensado siempre en ti. Y esta boda a la primera que beneficia es a ti. Tus hijos serán tan o más importantes que tu propio padre, si te conduces con sabiduría y prudencia. Vas a ser una de las mujeres más importantes de la república. Reflexiona en profundidad sobre el futuro de tus hijos. Te hemos dado todo lo que has solicitado. Has sido una agasajada insoportable muchas veces. Tu padre ha sido tu aliado y protector siempre, en todo, a veces en contra mía. Hasta he discutido con tu padre por la forma exagerada en que te regalonea. ¡Primero está la familia!, el porvenir de todos. ¡Vas a vivir como una princesa!
- Por favor mamá, ¡ayúdame!. Yo amo a Faustino y mis hijos con él van a ser felices. Busca una triquiñuela. No ansío ser una princesa afligida.
-Toleré tu amor juvenil. Te comportarás como una Gabillón e irás al altar de la mano de Guillermo. Si desilusionas a tu padre o le rompes el corazón yo misma te moleré a palos. ¿No te gustó jugar a ser coqueta con Guillermo? ¿no te gustó jugar a enamorar a los hombres? Pues bien, lo lograste. Guillermo te ama y tu padre y los Prado ya prepararon todo. El mundo de los negocios es cruel. Autoricé disimuladamente tu amorío, confiando en ti, en tu criterio, llegada la hora cero. Ahora podrás coquetear con Guillermo todos los días de tu vida -concluye Matilde, melancólica, irónica y enfadada.
Matilde lloraba en el más imperioso silencio la desdicha genuina de Isi, mas no eludirá su compromiso con el bienestar de todos. No prevalecerá el sentimentalismo, los anhelos adolescentes. Ella organizará la mejor boda que la alta sociedad haya visto, por amor a los suyos y a su abnegado marido. A su benévolo Benjamín no lo va a desencantar, por ningún motivo. Isi ya se acostumbrará a su holgado destino. Nobleza obliga.
Isidora maduró por medio de un golpe brutal. Está al corriente que es la heredera a un trono mercantil que muchas envidian y si decepciona a su padre y familia es el fin, más el insoportable deslustre público. Ella en varias oportunidades galanteó con Guillermo, entre otros, como la niña mimada que era, generándole inconscientemente expectativas románticas desproporcionadas. Le resultó gravoso ser aprendiz de vampiresa. Pues bien, ahora está locamente enamorado de Isi y pedirá su mano aunque tenga que mover el cielo y matar dragones, y ella le aceptará con decoro y feliz, como parte del aciago guión. Don Benjamín cree que el joven Prado va a ser su primer amor o romance, y el único. Isi se prepara adecuadamente como una Gabillón a posesionarse de su tarea dentro del quisquilloso clan, sin devaneos. Don Benjamín no toleraría otra cosa, perdería la razón. Ha trabajado como una mula por un día glorioso como éste. Su primer dramático paso es hablar con el hombre que ama, con Faustino en el cauteloso café “La Gaita” de Las Condes.
-Faustino, mis padres han arreglado mi matrimonio agudamente. Conjeturan que lo mejor es que yo me casé con Guillermo y consolidar y acrecentar así el patrimonio de los Gabillón y de los Prado. Te amo y estoy desesperada. Beber veneno va contra mi fe. Esto es una chifladura –intenta explicarse entre lágrimas.
-Prado siempre te ha perseguido y posee un capital en cientos de millones de dólares. Comprendo la decisión racional de tu padre, que supone también que Guillermo va a ser tu primer pololo y único novio, y que por eso no ve ningún tropiezo en tu corazón. Estoy seguro que perderé la chaveta –dice un abrumado Faustino, que sospecha lo peor.
-Dime Faustino, ¿qué haré? ¿huir? ¿huir contigo?
-Si huyes conmigo deshonrarías a tu madre y a todos los Gabillón, y yo no permitiré una indecencia como esa. El desprestigio sería eterno. Mi única salida es llorar como un niño y desearte cabal felicidad. Yo soy adinerado, lo sé, mas al lado de los Prado soy sólo un pyme exitoso. Ellos son banqueros. La banca mueve el mundo y el caso está cerrado, lamentablemente. Debes ponerte el traje de novia, marchar al altar, casarte con él, hacer dichoso a tu padre y cumplir con todos los deberes de una Gabillón, como dice tu madre, sin dramatismos. Yo intentaré no suicidarme. Cuando escuches nuestra canción “Una lagrima sul viso”, de Bobby Solo, que una vez te dedicara, acuérdate de mí, por favor, es lo único que te pido. Marcharé cabizbajo al monte de los lamentos –Faustino lo explica todo con valor e impresionante realismo, llorando con mesura y facilitándole de esta manera las cosas a la mujer que idolatra. La canción italiana describía, también lo que le había costado besar por primera vez a la escurridiza Isidora Ignacia, según él.
No hubo muchas palabras más, esquivando una tragedia griega mayor. Ella le dio un fuerte beso en la boca, el último, en la escalera del café. El sabía que había perdido la batalla y emprender una retirada digna y resuelta era lo aconsejable. Pelear con la banca es inadmisible. La pesada y brusca realidad, tarde o temprano, los visita a todos. Un violento rayo del cielo los despedazaba sin misericordia alguna. A Faustino no lo sirvió de nada ser adinerado, joven, profesional, laborioso, inteligente, católico, guapo, complaciente, educado, tierno, sano y ser amado por la involucrada. En algunas ocasiones tenerlo todo no sirve de nada. En las batallas del amor muchos soldados han caído, algunos miserablemente. Faustino camina con la frente en alto, con sus dignas heridas de guerra.
A la semana después Guillermo asiste a una cena que Matilde preparó con abnegación con el propósito de acercar los intereses comunes y a los dos jóvenes, que conversan entre sí en un pequeño balcón preparando casi espontáneamente su devenir. La conducta de la señorita Isidora será intachable. No hay lugar para sensiblerías o salidas de madre.
-Isidora es un placer estar al lado de una estrella de cine como tú, espero que te hayan gustado mis versos y obsequios. Puse en ellos todos mis bríos, aunque me queda claro que tu belleza empalidece toda obra de arte –expresa un iluminado Guillermo.
-Una vez más te comportas como todo un duque. Eres un trovador talentoso y agradezco tus bellos halagos y regalos –responde ella con respeto y un afecto restringido.
-Isi, concédeme el privilegio de aceptarme una invitación al cine este fin de semana –lo expresa cruzando los dedos.
-¿Al cine? no veo ninguna dificultad. Me agrada el cine. Tendrías que pedirle permiso a mi papá –ella inicia su rol, a duras penas.
-Ya sabía que te agradaba el cine. Voy de inmediato donde tu padre.
El joven Prado se dirige hacia donde don Benjamín lleno de dicha.
-Don Benjamín, autoríceme a ir al cine con Isidora. Ella ya me concedió el placer de aceptar mi invitación, por favor –dice el cortejador con una impresionante formalidad.
-Por supuesto mi querido yerno. Con un hombre distinguido como tú mi regalona Isidora asistirá encantada al cine y a donde ustedes quieran. Además, ustedes dos hacen una pareja fenomenal, se los digo desde ya -exclama con regocijo el patriarca, mirándolos.
Durante un mes frecuentaron el cine, el teatro, el ballet, centros deportivos y veinte lugares más. Matilde pensaba que con tanto paseo Faustino desaparecería de la mente de su última hija. Al menos él hacia más que gustoso su papel de futuro novio y cónyuge, y se le declara a Isi, sin fanfarria.
-Isidora Ignacia, te lo he dicho por escrito y verbalmente, y de todas las formas posibles. Me gustas desde siempre. Te amo con locura sublime. Te ruego que aceptes ser mi esposa – expresa un nervioso Guillermo, que ya no aguanta más.
-Has sido cariñoso y educado conmigo y he aprendido a quererte y a valorarte. Me da la impresión de que no estoy enamorada de ti. Hablo de ese amor del que se alimentan las bodas ciertas –es una acotación clara de parte de ella, una notificación honesta, una profecía.
-Con el que me quieras me sobra. No le pido más a la vida. Con el tiempo vendrá el amor que falte. Cásate conmigo, te lo suplico, te lo imploro –insiste el pretendiente invencible.
-El riesgo es elevado. Tú eres una mente brillante, analiza exhaustivamente tu proposición. Y si ese amor que falta no llega nunca, ¿qué haremos? ¿Y si somos unos desdichados? -consulta ella con dudas a un indoblegable galanteador, como presintiendo algunos sobresaltos en los años que se vienen.
-Ese amor llegará, te lo prometo. Poseo la suficiente fe y ganas. Yo me encargaré personalmente. Te suplico que te cases conmigo. Contigo quiero construir una familia y un imperio. Sin ti estoy acabado, la desdicha contigo es imposible – el galán, que no atiende otras voces, va a perseverar hasta el fin de los tiempos, definitivamente, porque Isidora lo tiene embobado, idiotizado, y no es una exageración.
-Entonces, ¿nos casaríamos bajo tu responsabilidad?
-Sí, bajo mi total responsabilidad.
-Bueno, si aceptas las condiciones y hasta estás dispuesto a esperarme con esa tanta fe, sí, acepto ser tu esposa –contesta Isidora, subyugada por las circunstancias y los compromisos externos que no rehuirá, regalándole una sonrisa fabricada a pulso, con el rostro de su padre flotando en el aire. En él el pesimismo está fuera de todo foco, es irreal.
Ella intentó sutilmente de que él no le ofreciera matrimonio, con ademanes, gestos y vocablos de emergencia. De esta forma no tendría que justificarse ante su padre, por una mano que no le pidieron, y Faustino reaparecería, en gloria y majestad. Era un imposible, Guillermo estaba estupefacto con su Julieta. Ella pagaba por su vanidad atolondrada. Isidora Ignacia cumplió con los anhelos de su querido padre, y esta boda lo llenaría de una total dicha. Matilde se somete a los designios del destino, que era lo habitual en ella. Isi es la primera en entregar la noticia. Al ingresar a la casa ve solo a su padre y sin rodeos y con un entusiasmo dudoso le entrega los detalles de lo acaecido.
-Papá, Guillermo Prado me pidió matrimonio hoy. Le dije que sí.
Don Benjamín estalla de alegría: ¡Matilde, ven, ven rápido!
-¿Qué pasa Benjamín? Salvaguarda la compostura, por favor –le ruega la esposa.
-Matilde, Guillermo y la Isi se van a casar, ¡se van a casar!. Hay que comunicárselo a todo el mundo. Tengo que comprar inserciones en todos los diarios de la capital, invitarlos a todos. Hija mía, me haces inmensamente feliz, más que tus hermanas –Benjamín está desatado, de júbilo.
A las dos semanas después Guillermo pidió la mano de Isi ante sus suegros, con la presencia de sus padres, en una ceremonia que parecía de Estado. Todos los pasos ya estaban dados, correctamente, bajo la supervisión directa y persistente de Matilde. Ahora se viene la boda del año, o del siglo, según el entender del bienaventurado patriarca.
En mayo de 1985, Guillermo Prado e Isidora Ignacia Gabillón se casan en un templo de Vitacura, en la cual se invitó a toda la aristocracia criolla, al jet set, con una fiesta de lujo que fue inolvidable y carísima, y de repente entre tanto invitado distinguido ingresa la primera dama.
-Isidora, te entrego este presente en nombre de mi marido y mi familia. Todos esperábamos este gran acontecimiento. Ustedes dos se ven preciosos y son todo un ejemplo para nuestra juventud. Disculpa que esté un poquito corta de tiempo.
-Muchas gracias por concedernos el honor de aceptar nuestra invitación señora Lucía. Salude al señor Presidente de la República por favor, a mi presidente, de parte de todos nosotros.
Faustino desde un segundo piso del templo observó como el amor de su existencia le daba el sí perpetuo a un hombre que no amaba y no asistió a la fiesta porque no correspondía, aunque envió un hermoso regalo. La relación de Matilde y su hija nunca más fue igual. Ella sintió como una apostasía la actitud de su mamá. Isi tuvo dos hijos varones y Faustino después se casó con una mujer bella que terminó siendo una espectacular esposa. Y Ya era 1992, con plena democracia en Chile. Mucha agua había pasado bajo el río.
Isidora dormía con su marido sin pasión. Ella suponía que cumplía con sus deberes maritales porque no se le negaba, y en parte así era. No le inventaba excusas o dolores de cabeza. Tal vez de tanto pensar en su amor prohibido apegada a su almohada apagó el fuego que nunca tuvo por su cónyuge. A Guillermo lo atrapaba cierta timidez. Deducía que no era correcto ser agresivo o audaz en el lecho marital con una dama y más su frecuente eyaculación precoz producto del estrés bancario y mercantil lo dificultaba todo. Ciertas tradiciones religiosas puritanas o de los acomodados no eran un aporte. Tampoco el diálogo sexual entre ellos era fluido porque esa época era recatada y beata todavía, en ciertos sectores. Y no ventilarían su intimidad con un sexólogo o sicólogo. Todo mal. De vez en cuando ella conversaba a tajo abierto y teatralmente, con su almohada, y con absolutamente nadie más.
-Cuando estoy con mi esposo, en algunas oportunidades presumo que estoy con mi antiguo pololo y vecino Faustino. Me da la impresión de que mis formales relaciones sexuales no van a ningún lado, que son el inicio de nada. No puedo ser caliente. Que la procreación sea el propósito más determinante en los casorios me parece horrible. Como los sacerdotes no se casan, jamás me comprenderán. No solicitaré el sacramento del perdón. No creo que la búsqueda del placer extremo sea una obsesión impía que ofenda al sagrado sacramento del matrimonio. Este entumecimiento interno, este hormigueo, me va a liquidar, si es que no enloquezco antes. Me acuesto y me levanto vacía del coito. La mayoría de las veces no alcanzo a empezar y cuando me he excitado unos gramos él termina y se da la media vuelta. Mi marido cree que se desempeña bien y jamás toma posesión de mí –dice ella, alarmantemente escaldada.
-Si no te obsesionaras tanto con Faustino e intentaras recomponer la intimidad con tu esposo poniendo de tu parte ardor y voluntad, tal vez tu escenario cambiaría. En un tango se necesitan dos. Manoséalo más, con gemidos actuados, como comienzo. Pienso que dentro de él hay un buen amante, pero debes ayudarlo tú, con algunas iniciativas sensuales. Pídele un milagro a la Virgen de los Milagros, en tu próximo viaje a España –le responde la almohada.
-No hay romanticismo, mi esposo no me estimula, no me persuade. Es respetuoso y atento conmigo y es claro que suavemente intenta agradarme. Eso lo reconozco. Es que él nunca me posee, nunca me rapta, es como si me tuviera un poco de miedo. Tal vez estoy condenada a no amarlo nunca, a desearlo poco. Todo es terrible –expresa una patética Isi.
-¿Y no has evaluado que tú puedes ser la que lo estimule a él? Salva tú misma tu propio matrimonio –le argumenta la almohada, algo molestada.
-No sé si esa conducta sea propia de una dama. La iniciativa es del varón, creo. Hasta se malinterpretaría el que sea yo quien lo desvista con agresividad. A veces me gustaría ser belicosa en la cama con él, y siempre hay algo que me detiene, siempre –recalca Isi.
-Lo que no corresponde a una dama es fornicar descarada y mentalmente con el expololo, con tu fruto prohibido. Y sí es propio de una mujer avispada intentar llevar con astucia femenina un poco de erotismo a la alcoba. Tus orgasmos aparatosos en sueños con Faustino son una indecencia. Estás fuera de lugar. Eres una impenitente – señala una almohada enojada.
-¿Y qué haré con mis pezones rígidos? – consulta ella.
-Ponerlos sobre Guillermo con algún estimulante –concluye el cansado cojín de cabecera.
-Mi marido me ve como la madre de nuestros hijos, como una devota de la Virgen de Andacollo, no como a una hembra a la que desea perversa e impetuosamente. Él se refrena también. Creo que esa es la semilla de mi insatisfacción sexual demencial. También he deseado que mi marido me viole –plantea Isidora, que porta dentro de sí una ninfómana y no lo sabe.
-Si la energía que le entregas a tu amor platónico la traspasaras con furia a tu lecho marital serías una señora feliz con tu esposo pasado algún tiempo, niña infantil. El fuego sexual en una mujer es normal, no te asustes. Tus esfuerzos son nulos. El erotismo dentro del matrimonio es un placer bendecido por el Creador. Siempre fuiste una mujer caprichosa que obtenías todo, absolutamente todo lo querías, y como Faustino ya no es de tu propiedad, quieres volver a tenerlo, porque lo deseas, con una paranoia impresentable. Y si tu exvecino no existiera seguramente desearías a otro, porque tu alma es amiga del peligro. Cuando eras soltera lo despreciaste desahogadamente, varias veces. Te hacías de rogar, con todos –le replica la almohada.
-Se casó después sin avisarme y es verdad, nunca le dije todo lo que sentía por él, porque especulaba que no correspondía. Lo nuestro era un amor juvenil puro. Además la mujer bonita era yo y él era solo un admirador más, el más apuesto, al que terminé amando en demasía. Cada día que pasa lo codicio más. Últimamente todas las semanas me imagino con él, baboseándolo. Es una inmoralidad el solo sospecharlo, mas supongo que amo a Faustino, que siempre era tan tierno, guapo y educado. Si el obispo de la Obra supiera lo que realmente soy y siento por mi exvecino me quemaría en la hoguera a fuego lento. No sé lo que realmente sucede en mí –señala Isi.
-Ese pecado no se lo confieses a nadie, menos a ese párroco que te mira con ojos de sapo, con el falsificado disimulo de las sotanas lascivas – expresa la almohada.
-¡Estás loca!, mis ofensas al Señor no existen, son virtuales. Lo que me sucede es que en los momentos cumbre de mi insatisfacción íntima me acuerdo de él, a veces, y todo mi ser interno zapatea desfachatadamente. He fantaseado que me abalanzo sobre él desnuda –Isi se descarga sin pudores.
-Eres una desvergonzada –le contesta el cojín.
-Yo diría que soy una inmoral. Varias veces he soñado que lo secuestro y que nos vamos un fin de semana a un valle a desatar el volcán que vive en nosotros, o al menos el que vive en mí.
-Estás cada día más enferma –le replica su amiga de género blanco.
-Sí, estoy desvariando de verdad y todo mi ser arderá en el infierno. Seguramente me estoy enfermando de algo. También he considerado seriamente como posibilidad el que esté poseída por Satán. El purgatorio no me servirá de nada y ni siquiera me puedo confesar. Moriré con esta llama dentro de mí. Espero no descomponerme. Deshonrar a mi familia sería un crimen y la excomunión mayor –concluye escolásticamente Isidora Gabillón.
-Por favor, por favor, no lances tu trasero por el ventanal. Que no te tiemblen las piernas. Mantén la dignidad y actitud de una señora casada, de tu clase –le aconseja la almohada, que ya presentía algún revés.
-Tal vez mi único problema es que soy anormal y simplemente no lo reconozco. Estoy mal de la cabeza. Estos silenciosos soliloquios me van a pulverizar –remata Isidora.
Después de sufrirlo todo, de cuidar las formas adecuadamente, de intentar comportarse como una señora educada de “Las devotas de María” por años, se decide a llamar a Faustino a su oficina sin medir los desenlaces, aunque el presbítero la estigmatice. Ya no da más. La vida es una y breve y ser una heroína de la desdicha por guardar las apariencias era ridículo. Hastiada de todo opta por ser audaz e imprudente, juguetona. Era mayo de 1992 e iba a celebrar su séptimo año de matrimonio, como era lo acostumbrado, porque se trataba de ella.
-Aló, ¿estará don Faustino?
-De parte de quién señorita –pregunta la secretaria.
-De parte de “una lacrima sul viso”.
-Disculpe, no entiendo nada, está bromeando.
-No se preocupe señorita, don Faustino va a entender de inmediato quien soy cuando le indique esta canción italiana.
-Espere un momento.
La secretaria le indica al gerente general que una misteriosa señorita se presentó por el teléfono con el título de una canción italiana de Bobby Solo. Faustino comprendió todo ipso facto y se comunicó con ella en un tris.
-Aló.
-Hola Faustino.
-Isidora Ignacia, ¿eres tú? –su llamada lo impactó.
-Sí, Faustino, soy yo –ella tiembla por dentro, como una quinceañera.
-¿Cómo está la mujer más hermosa y escultural de Santiago?
-Aquí estoy, casada, con dos hijos y algo tristona. ¿Cómo está el galán de Vitacura?
-Aquí estoy también, intentando hacer crecer mis empresas. Me va bastante bien.
-No me extraña, también eres un tipo inteligente e intuitivo. Siempre se aprende algo conversando contigo –lanza su indirecta provechosa.
-Obviamente parlotear contigo es un deleite. Me gustaría hacerlo en vivo y en directo. ¿Puedo invitarte un café? ¿qué te parece?
-Sí, invítame. Será todo un agrado –acepta de inmediato, sin volteretas.
-¿Qué te parece en “La Gaita”, mañana viernes a las cuatro de la tarde?
-Ahí estaré mañana, a la cuatro –lo expresa en estado de pánico.
Ella pasó la noche del jueves entre el miedo y la sensualidad, entre un romanticismo insensato y la lujuria, entre el pecado y el placer carnal. Si alguien se entera de un desliz de la señora Isidora sería un cataclismo. Ella le temía más al descrédito que a una eventual infidelidad. Se acicaló adecuadamente y fue puntual. Faustino, era un hombre de familia con reiteradas aventuras extramaritales. Era rico, joven, guapo y simpático, y le llegaban ofrecimientos femeninos de todos lados, y aceptaba algunos, en la hora de almuerzo. Ya no era el joven que Isidora conoció, definitivamente. Eso sí, amaba a su esposa Trinidad sin vacilaciones, sin soliloquios. Él la esperaba sentado desde hace quince minutos. Pidió un lugar más reservado en la vieja “Gaita”. Ella aparece, relumbrante.
-Hola Isidora, te ves estupenda como siempre.
-Hola Faustino, te ves como el galán que eres.
-Ya no, he subido unos kilos, a pesar del tenis.
Hablaron de todo lo cotidiano, de sus penas, por cincuenta minutos, e Isidora no podía disimular su amor, su apetito o lo que fuera. Faustino, de tanto acercársele le dio un beso que la elevó a las nubes. Ella le respondió con una fogosidad desbocada que terminó en un motel discreto y elegante que él conocía muy bien. Ella entre tanto manoseo y pasión derramó algunas lágrimas insignificantes, como si fuera una joven enamorada tonta. Ya no la torturaba ninguna almohada estúpida. Él no iba a desperdiciar el acariciar e intimar con una mujer hermosa, aunque a ella le vinieran reminiscencias juveniles. Ella era un cráter que explosionó a gusto y con descaro. Rejuveneció, carcajeaba sola. Tomando las máximas medidas de seguridad se empezaron a visitar casi todos los viernes después del almuerzo, con juegos eróticos, risas y tragos. Ella lo desvestía, lo acorralaba en el baño, lo manoseaba con frenesí y no se le despegaba. A los tres meses deciden sólo conversar, resumir. Es que afuera de la ventana del hotel también había una bulliciosa marcha, que les perforó el ardor, de ciudadanos que ponían su grito en el cielo por los ampulosos abusos de la salud y previsión privadas, las famosas Isapres y AFPs. Y se sentían algo desganados.
-¿Te acuerdas todo lo que me amaste? –lo dice moviendo las pestañas.
-Sí, yo me habría casado contigo de inmediato. Te adoraba.
-Si me hubieses secuestrado, yo me voy contigo al extranjero o a donde sea, te lo juro, y hoy seríamos felices.
-Isidora, te repito que eso habría sido una humillación para tus padres.
-Mis padres fueron los que me doblegaron, los que me condenaron a la desdicha. Me vieron como una inversión a largo plazo y nada más. Yo era un activo.
-No condenes a tus padres, ellos actuaron con la racionalidad del caso.
-Faustino, ¿me amas todavía?
-Isi, de que hablas, eso ocurrió hace tanto tiempo.
-¿Te queda un poquito de ese amor juvenil?
-De nuestro pololeo guardo los mejores recuerdos, de todo lo que te idolatraba.
-¿Me amas un poquito hoy? –es una pregunta algo bochornosa.
-No me pongas en esa encrucijada. Yo amo incondicionalmente a mi esposa Trinidad, lo sabes.
-Entonces para ti soy una amante ocasional más, la perra de turno.
-Por favor, no dramatices todo, no te deprimas tan fácilmente, no te expreses de esa forma. Me alegra el haber pololeado contigo y me alegra el estar en la cama contigo. Eres peligrosamente ardiente. Sí, casado contigo habría sido dichoso, mas eso no sucedió.
-No solo te entrego mi trasero, también me entrego yo. ¿Comprendes mi lío existencial y emocional? De ahí viene el fuego. Una pregunta teórica: ¿Te arrancarías conmigo a un nuevo país mañana?
-Isidora, deja las cosas en su sitio y tranquilízate. Yo amo a Trinidad y jamás me voy a divorciar de ella, jamás. Disculpa mi sinceridad.
-Parece que fuiste bendecido con una buena esposa.
- La Trini es espectacular, un tesoro –Faustino anhelaba empezar a desmarcarse de la insistente Isidora.
-Entonces soy para ti una amante temporal, y sólo eso. Que triste es saberlo, que poco valgo.
-Por favor, no lo plantees así. Me agradó verte, posees también un cuerpo soñado.
-Yo quería que mi cuerpo soñado fuera tuyo toda la vida. Dime ¿por qué esa gente de allá afuera alega tanto? – Isi cambia de tema bruscamente, y entra en el área financiera en donde él es un experto, porque notó el agotamiento de Faustino, ante tanta necedad y presión femenina.
-Tampoco están conformes en democracia. Pretenden reformar la previsión y la salud en Chile y más.
-En mi casa se crearon las AFP, creo.
-Don Benjamín fue uno de los estratégicos gestores de las privatizaciones de las empresas públicas, de las AFP e Isapres. En cierta manera el modelo neoliberal se diseñó en casas como la tuya, al menos una parte. Si hoy existe una constitución política partidaria, impuestos bajos, una legislación laboral flexible, una escasa fiscalización del Estado, es gracias a hombres visionarios como tu gran padre. La economía de la patria crece a buen ritmo. Sólo les faltó privatizar el banco central jajaja.
-A mi casa iban ministros, subsecretarios, directores, obispos y todos.
-Toda la elite conoce y respeta a tu papá.
-Espero que el congreso no fastidie mucho. Me aburren sus discursos.
-No te preocupes, el congreso está en el bolsillo de la elite –lo dice sin arrugarse.
-Y tanta protesta no es un tropiezo?
-Es parte del juego, déjalos que griten, nunca se satisfacen. La Moneda es razonable, no va a permitir que el despelote se generalice. Todo está bajo control y Chile continúa progresando. La cabaña del tío Tom está establecida y limpia y los barracones no se van a sublevar. Aprendieron a apreciar el crecer con paz y orden. El galeote es sumiso, con algunas excepciones. Que cada uno ocupe su lugar –sonríe socarronamente.
-Sabías que la fortuna de los Gabillón posee un pasado algo truculento –bromea un poco, relajándose, con un vaso de champagne en la mano.
-Disculpa Isidora, esas son tonterías. Todo patrimonio y familia poseen sus manchas, su pasado. Los inmaculados no existen. No escuches a los envidiosos. Don Benjamín es un triunfador y punto, un adelantado. Además, el banquero que juega limpio quiebra.
-Hablas como mi padre. Debiste ser mi esposo.
-Yo respeto y aprecio a tu padre, y tengo una maravillosa esposa. Lo correcto es que no nos veamos por un tiempo, disculpa –está cansado del romanticismo impropio de Isidora.
-Ahora quieres deshacerte de tu perra ocasional –su depresión es evidente.
-Otra vez con lo mismo –levanta la voz-. Cada uno posee su vida y responsabilidades. Lo nuestro por ahora se termina, lo siento. Tal vez no veamos en otra oportunidad –él necesita un desahogo, se lo dice con cariño y la voz baja. Isi dejó de ser divertida.
-Lo acepto, lo acepto, lo acepto, no te rogaré más. Está bien, nos vemos. Cuando escuches nuestra canción italiana acuérdate de mí, por favor. Es lo único que te pido –ella desiste, se rinde, al fin.
-Eso haré, te lo prometo –le responde aliviado, y con un beso sin sabor se despiden.
Isidora perdía por segunda vez al que consideraba el amor de su vida. Lo tenía todo desde que usaba pañales y busco en su juventud la forma de casarse con su vecino amado, mas el destino le preparó a su corazón de mujer un camino doloroso e irreversible. Tontamente creyó que viviría o reviviría esa magia adolescente en un motel, al menos fraccionadamente, con un hombre guapo y responsable que estaba dichosamente casado, y se volvió a equivocar. La dura realidad la visitaba nuevamente y ella pensaba que su corazón era un mártir. Por motivos distintos a los de la canción “Una lacrima sul viso” –una lágrima en el rostro-, una lágrima rebelde recorría su rostro, con los puños apretados, encerrada en su baño privado, escuchando su nuevo himno secreto y demasiado popular, de gente humilde: “Sombras nada más”, de Javier Solís. Todo mal otra vez, a ella nada le sale bien. Los caprichos de las poderosas también sufren derrotas. Al principio fue Faustino quien le rogó que se acordara de él mediante la canción italiana, ahora es exactamente al revés, siete años después. La ironía juega su papel determinante en la historia, sin avisarle a nadie.


FIN.


Del blog índice “LAS SOTANAS DE SATÁN”
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JAIME FARIÑA MORALES
ARICA-CHILE

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COTORREO CON ESPINAS


Yo soy profesor de Historia en este helado y abandonado pueblo cordillerano por vocación apostólica, por convicción social. Aquí todo es difícil, heroico, cuesta el triple. Desestimé las oportunidades y segundos empleos que da la capital deliberadamente, pensando en los postergados y analfabetos del campo. Quería hacer patria. Consumé un gran esfuerzo, con alumnos burros y talentosos. El problema es que los inteligentes se ven atrapados en un círculo de pobreza ancestral y milenaria, subyugada a una arquitectura política que no piensa en el futuro del joven campesino capaz, que es un hijo y nieto de jornaleros muy mal pagados, para no decir esclavos. No sé si mi misión posee algún sentido. Últimamente todas las semanas cuestiono mi existencia, y si bien tengo un prestigio bien ganado por mis publicaciones en algunos periódicos de la provincia y mis participaciones como jurado en concursos académicos y mis comentarios radiales en la única emisora local y otros, la depresión me está devastando, entre vaso y vaso de tinto, que es el elemento vital que requiero para inspirar las transformaciones que la nación necesita, cada fin de semana. Mi esposa comprende la situación, de cada viernes en la noche.
-Baldomero, ¿quieres que te planche otra camisa? – es mi esposa Maribel que le gusta verme bien presentado, inclusive cuando voy el fin de semana al bar “El Doblado”, desde hace diez años.
-Maribel, gracias, no te preocupes, estoy listo. Volveré a la hora de siempre – soy yo que cariñosamente me despido y que siempre llego antes de las tres de la mañana, de pie y dignamente, y con unos tragos demás, de vez en cuando.
Caminando por vías de barro seco y en plena noche, me dirijo abrigado al salón bar con mi perfil de intelectual, el único lugar de entretención varonil en este aburrido pueblo, en el cual se juega pool, naipes y se bebe muy buen vino tinto. Y aunque el sitio es una humareda con ebrios malparados y a veces maltratados, mis comentarios sociopolíticos son bastante apreciados por los contertulios, sobre todo después de la una de la mañana. Cuando llego al bienquisto salón me voy raudamente y con toda la sutilidad a mi taburete de la esquina a relajarme un poco, de lo contrario no pierdo mi timidez y mis ponencias se transforman en un fiasco, ya que no concateno bien tres palabras sesudas. Con mi lengua mojada soy un conferenciante de estirpe. Necesito un vaso de vino, de entrada, siempre, como motivación primera antes del discurso.
Pasado la medianoche, algunos cófrades del dominó me solicitan que realice algún análisis breve de la contingencia local o nacional, que no dura más de cinco minutos, un poco en broma un poco en serio, que incluye el fútbol y otras frivolidades. Recibo aplausos y brindis. La pobreza a todos nos afecta, es pariente de todos, y cualquier píldora verbal nos tranquiliza un poco.
De lunes a viernes, entre las 8 y 17 horas, soy el sobrio y reconocido profesor de Historia, toda una autoridad, que le traspasa conocimientos y valores éticos a los educandos, a veces chúcaros. Son casos como el del joven Filiberto los que me desmoralizan. Era un alumno particularmente talentoso que terminado segundo medio se tuvo que ir al campo a trabajar junto a su familia, que era pobre como una rata. Analizaba la revolución francesa, la reforma protestante, la revolución bolchevique y el tema que le pusieran sobre la mesa, como nadie. El viernes a las dos de la mañana llegué de “El Doblado” muy mal, con un discurso que se refería al desperdicio de los talentos en nuestro pueblo rural, dejándolos a todos muy tristes, y hablé con mi querida y comprensiva esposa.
-Baldomero, ¿quieres un café, para pasar las penas?
-Sí, mi adorable Maribel.
-Serénate, tú no eres el culpable de lo ocurrido al buen Filiberto y los otros cientos de jóvenes campesinos. La vida es así.
-No lo sé, no lo sé, tal vez sí. Tal vez debería marchar una y otra vez, alegar hasta por los codos, poner el grito en el cielo, quemarle un neumático al Presidente de la República. Soy responsable, todos lo somos. Soy un cobarde que se refugia detrás de un vaso de vino tinto, cada viernes.
-Tú bebes poco, sólo los viernes y no cambiarás el mundo.
-Si todos pensamos así, estamos perdidos. Algo tendré que hacer, no sé qué, nada se me ocurre. Nunca se me ha ocurrido nada en estos decenios.
-Eres un gran profesor, un profesional de reconocido prestigio y estás a punto de pensionarte. El alcalde y mucha gente asistirá a tu despedida. Siéntete orgulloso de todo lo que has hecho, por favor, y no llores más. Pone en la balanza tus cuarenta años y verás un árbol con buenos frutos.
-Maribel, tienes toda la razón. Esta apenada historia ya terminó.
Asentí con la cabeza y me fui acostar. El lunes me presenté lúcido a las 8 horas, como siempre, y después de cuarenta años de servicio, me retiré, con la frente en alto y una angustia en mi alma, que ya es un síndrome. No volveré a escuchar esa campana que llama a los alumnos a educarse y a soñar con un futuro mejor.


FIN


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JAIME FARIÑA MORALES
ARICA-CHILE

DE REVOLUCIONARIOS A EMPRESARIOS


DE REVOLUCIONARIOS A EMPRESARIOS

Con el retorno de la democracia en Chile Branco y Evaristo se encontraron en la reunión de la asociación de panaderos de Santiago, en la cual ambos estaban inscritos, por lo prósperos que eran en el rubro. Era el año 1990 y después de discutir en la asociación sobre créditos blandos, deudas, harina, tecnologías, costos, flujos y demases, se toman un café en el café con piernas “Las divas”. La conversación era obligatoria.
-Hola Camilo, ¿dónde tienes tu panadería?
-Tengo dos, en Lo Prado. Una es grande con diez trabajadores y la otra es pequeña, con cuatro. ¿Y tú?
-Tengo una panadería inmensa en el paradero 14 de Vicuña Mackenna con quince trabajadores. Me ha ido excelente- señala Branco con orgullo-. Empecé el año 1977, trabajando duro, por eso estoy acá.
-Es que la gente compra pan todos los días jajaja.
-Eso es verdad.
-Yo empecé el año 1974, casi seis meses después del golpe del dictador fascista.
-¿Te acuerdas cuando marchábamos por la Alameda cantando los himnos de la revolución criolla?- pregunta un melancólico Branco.
-Jamás olvidaré esas gloriosas jornadas inspiradas por la gesta de Fidel. Lo que si lamento es el haber pifiado en Concepción a nuestro presidente Salvador Allende.
-Evaristo, ¿por qué pifiaste el líder del gobierno popular?
-El Movimiento de Izquierda Revolucionaria acusaba al presidente del pueblo de ser demasiado lento, blandengue, poco revolucionario, y lo reprobamos, con una silbatina. Hoy siento vergüenza por lo ocurrido –contesta un alicaído Evaristo.
-No tengo calidad moral para criticarte. Después de escuchar a Fidel en el estadio quería comprarme una metralleta e instalar la revolución ya, sin demoras ni titubeos –indica un sonrojado Branco.
-Lo que más me deshonra es que al primer balazo del golpe de Estado me escondí en la casa de mi primo y no asomé la cabeza por varios meses.
-Yo hice lo mismo. Me escondí en la casa de mi abuelo en Valparaíso.
-Éramos revolucionarios fogosos y no defendimos a Allende en ese fatídico 11 de septiembre de 1973. Casi nadie se comportó a la altura de las circunstancias. De una u otra forma, todos huían a máxima velocidad, utilizando todos los medios posibles. Parecía una maratón.
-Sí, he escuchado a muchos compañeros de la lucha decir que esa mañana del once pensaban ir a La Moneda a escudar el Gobierno Popular, pero no fueron. No fue ninguno.
-He escuchado lo mismo. De los mil o más que iban a pelear ese día, todos se devolvieron, por razones de seguridad personal.
-Y todos los que prometieron luchar, con los ojos desorbitados, tampoco fueron. Ninguno se apareció.
-Sí, de una u otra forma todos traicionamos al presidente constitucional. No fuimos consecuentes con la ideología, con el credo, con nuestras fervorosas promesas, que resultaron ser vacías.
¿Marcharíamos hoy por la custodia de los derechos de los trabajadores?
-No lo creo. Yo a los míos le pago el salario mínimo porque me propuse ahorrar en todo lo que sea posible.
-Yo hago exactamente lo mismo. La rentabilidad es y será mi norte. Y si mañana marcho por algo, me pondría bien lejos de las pancartas.
-Es lo más conveniente, aunque a veces pienso que ser negrero y ser de izquierda no es del todo coherente.
-Me cuesta mucho reconocer que me levanto y me acuesto pensando y actuando como un pequeño capitalista. Algo dentro de mí me dice muy tímidamente que soy del pueblo.
-La verdad es que los socialismos reales sólo funcionaron por la fuerza, con matanzas y torturas. Jamás funcionó el socialismo, en ninguna ciudad.
-¿Peleaste en contra de la dictadura de Augusto Pinochet?
-No tuve tiempo. Este trabajo de panadero es absorbente.
-Sí, es una labor de lunes a domingo, sacrificada.
-Es lamentable que los socialistas de hoy piensen tanto en el dinero, en su propia holgura, olvidándose de los desposeídos. La izquierda ya no es la misma, se doblegó.
-Un cierto individualismo nos ha contaminado a todos.
-El socialismo real fracasó, y el socialismo real de hoy posee un cierto perfil capitalista, notoriamente, lamentablemente. El anhelo de prosperidad personal nos puso de rodillas.


Fin


Del blog índice “LAS SOTANAS DE SATÁN”
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Todos mis cuentos en un solo blog
http://antologiacuentos.blogspot.com


JAIME FARIÑA MORALES
ARICA-CHILE

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LA CASA DEL CARIÑO


“LA CASA DEL CARIÑO”

Cuento coqueto.

La elegante Casa o Casona del Cariño se ubica en la calle Revela 179b en la deleitosa provincia de Arica, la puerta norte de Chile, cerca y al frente de la playa Chinchorro. Un lugar acogedor de dos pisos, con 50 habitaciones tapizadas y emperifolladas sensualmente, una gran pista de baile con un escenario de alfombras y baldosas elegantes, un anchuroso y hermoso jardín, un pequeño casino, un bar, una zona de producción de espectáculos que incluía vestuario, maquillaje, peluquería, sonidistas, tramoyistas y mucho más, y un amplio estacionamiento que no se ve desde afuera, para proteger la identidad de los honorables invitados y visitantes, más una habitaciones anexas, de la 51 a la 60, con precios populares, por eso las señoritas que aquí ejercían sus funciones eran del equipo B o segunda división. Ambos equipos no se rozaban en su quehacer laboral. Las femíneas servidoras públicas del equipo A, siempre bien vestidas y cordiales, atienden de martes a domingo desde las 20 horas y hasta las 6 de la mañana, en horario continuado. Entre las 17 y 19 horas todas las sugestivas señoritas van al gimnasio y al jacuzzi de la propia Casona, con el propósito de custodiar el peso, la silueta y el cutis, y mostrar así siempre una buena condición física y bello semblante. El trabajo a veces es agotador y se requiere de una adecuada preparación, casi atlética, más unas charlas de protocolo y temas afines. La predisposición corporal y mental debe ser la de una triunfadora, la de una artista llena de magia y trucos. Ninguna de ellas arruga o se acalambra en el campo de juego. Utilizando la tecnología de punta, la de tercera dimensión, sonido sensurround y otros, a las cortesanas se les capacita en el kamasutra, gimnasia china y otras elasticidades, la mayoría de las veces con coreografías, lencería y los ajuares apropiados. Por eso el talento y el peso adecuado son indispensables. El maestre no escatimará esfuerzos en presentar los mejores productos lascivos de Sudamérica, del continente. Como el lugar es refinado e internacional las altas tarifas de la prestación en la gran mayoría de las funcionarias no son un problema. Cada número vale lo que se cobra. El lunes todas las evas descansan obligadamente porque la legislación laboral se respeta, en todos sus tópicos, sin efugios. La soñada Arica, de 700 mil habitantes, es: la ciudad de la eterna primavera, con valles, palmeras sin cocos, desierto y playas; un sitio afrodisíaco y único y con un clima espectacular; un lugar magnífico para promover los ideales del maestre, que es el anfitrión, administrador y propietario de la Casona, en la cual también se presentan variados números de baile y muchos otros productos. Algunas de las damas trasnochadoras también son artistas sobre las tablas, bailarinas cachondas sobre todo. Al maestre le preocupa mantener en alto las banderas de la magia sexual, del arte y del afecto. El cliente debe irse jubiloso, relajado, acariciado y con deseos locos de volver, de hacernos publicidad entre sus amigos y conocidos de billetera gorda. El libro de quejas continúa ocioso y las únicas lamentaciones son cuando deben partir a sus píos domicilios los relajados convidados. Cuando el visitante se acerca a la siempre femenina muchacha debe decirle algo así como: “Tendría la dama la gentileza de acompañarme a su nido” a lo que la servidora pública le contestará con una sonrisa y pestañeos: “Ya que insiste el caballero, le acompaño encantado”. De esta manera, los dos se van a la habitación fija que el anfitrión le asignó a la doncella, con esa galanura que no se desvanecerá; por eso en la entrada de la Casona la portera le entrega un sombrero de copa a cada varón que lo desee hambriento de ternura, como símbolo de la elegancia. Aterrizan en la morada del afecto todo tipo de personajes y perfiles sicológicos o emocionales. A la hora de mimarlos, no se discrimina. Todos poseen un espacio, o mejor dicho una alcoba, incitante.

Nunca supe si “el exorcista” era o había sido sacerdote o un predicador o si simplemente le agradaba, por amor a Dios, expiar el alma de las mujeres nocturnas y supuestamente descaminadas. Pagaba al contado su hora feliz, sus sesenta minutos de fruición. Los horarios eran flexibles, los honorarios no, porque el cliente siempre tiene la razón, una vez cubierto los costos. Se apersonaba en la Casona discreto, vestido de negro azabache, con un rostro de religioso severo, una vez al mes a lo menos y con un bolso en al cual portaba una gran cruz, un catecismo, una pequeña estatuilla de la Virgen de Guadalupe, agua bendita y otros elementos purificadores. Siempre pedía a Rosina, su inspiración favorita y contundente, en su habitación 13. Cada damisela tenía su propio y alhajado cuarto. Ella, en condición de penitente, corría hacia él cuando lo divisaba en el mostrador de la recepción y caja.
-Rosina, buenas noches, que gusto tan grande de saludarla nuevamente, ¿tendría usted la gentileza de autorizarme a acompañarla a vuestros aposentos, si es que no la contrarío? –dice un complaciente exorcista.
-Ya que el caballero insiste, por supuesto, acompáñeme de inmediato, que estoy siempre preparada. Será todo un honor –contesta una concupiscente Rosina, que se lo lleva de la mano a su habitación 13, caminando como si fueran novios recién casados saliendo de una iglesia, adicionando de esta forma delicadeza al apareamiento reconfortante-.
Una vez allí el exorcista saca de su bolso una estola y una cruz y ella se desviste, no totalmente, y él empieza con su severa y limpieza mensual impar.
-Satanás, sal de este pecaminoso cuerpo, de lujuria y perdición –le apunta con la cruz en posición vertical, a sus senos-, en el nombre de Jesús, María, el sacristán, los beatos y absolutamente todos los santos apóstoles ¡ahora! Satán, con la fuerza que me da la inmaculada Madre Iglesia, te reprendo ahora y aquí mismo, ¡Apártate del cuerpo de esta meretriz en este instante! Y tú, hembra extraviada –la mira con los ojos desorbitados-, ¡pídele perdón a Dios por tus portentosas e incesantes ofensas! ¡ahora, ahora mismo! –expresaba un concentrado y leído exorcista.
-¡Perdóname Dios, perdóname! Enmendaré el rumbo desde mañana, te lo prometo, te lo prometo – contestaba con intensidad una Rosina que conocía y observaba todo el formato del lavado.
-¡Que las tinieblas sean expulsadas de este espantoso lugar y del alma de esta pecaminosa mujer, en el nombre del Todopoderoso!
-¡Perdóname Señor, perdóname! –proseguía y proseguía ella, involucrada totalmente en su rol de oveja negra putrefacta.
Así estuvieron los sesenta minutos acostumbrados, que no sintieron. Él intentaba higienizar su alma con pasión, rezando y profiriendo las expresiones adecuadas, y ella, le pedía perdón a Dios angustiándose cientos de veces, porque él se lo ordenaba. El maestre, escoltado por su secretario privado Pretorio, golpea la puerta de la habitación y conversa con el liberador de demonios, con su celoso cronómetro en la mano.
-Estimado exorcista, disculpe que lo moleste, los sesenta minutos se acabaron, –le comunica el maestre, calmosamente.
-Discúlpeme mi torpeza anfitrión, el tiempo se me pasó volando. De inmediato le cancelo sesenta minutos más –dice el exorcista, con billetes grandes en la mano.
-Gracias mi estimado exorcista, puede continuar entonces una hora más. Disculpe mi impertinencia- dice el anfitrión muy formal, y se retira de inmediato del dintel de la habitación.
-Rosina, toma ahora tu buena propina y extendamos la jabonadura –le dice el exorcista con afecto y dándole besos en la mejilla y en la frente.
-Gracias, muchas gracias mi generoso purificador de almas. Siempre eres igual de desprendido conmigo. Gracias. Cuando no vienes, te echo de menos. Ahora continuemos, por favor –dice una alineada Rosina.
-¡Lucifer, sale de este centro de perdición, del cuerpo de esta mujer de alma impía! –señalaba e insistía con vigor el arrebatado aseador de almas ajenas.
Después de algunos párrafos manumisores, Rosina lo acostaba en la cama desnudo y lo manoseaba entero y se le entregaba dulcemente subiéndosele encima sin mostrarle los senos totalmente, por pudor, y con su alma más limpia, como exponía él. Él, que se dejaba amar, no le tocaba a ella las zonas púdicas porque se sentía sucio, sólo la cintura, brazos, rostro, espalda y piernas. El exorcista se iba dichoso a su casa, sin ese rostro severo, con su sacramentado bolso y esa sensación apócrifa del deber cumplido. Rosina, con creativas adulaciones, le suplicaba que volviera: “Te amo mi querido exorcista, regresa pronto. Mi espíritu se regocija al verte”.

Cuando al mesón de caoba llegaba “el violador”, pasaba al bar primero, uno de los ingresos pecuniarios estratégicos de la Casona. Su objetivo era “violarse” una por una a todas las servidoras públicas ocupando las 50 habitaciones, ya iba por la 27, de ese edén, más que carnal. Le correspondió a Marilyn, precisamente la escolta número 27, que al igual que todas, conocía el atlético libreto. Ella cambió ágilmente sus zapatos bermellones de taco por unas zapatillas. El violador, con un cuchillo de plástico en la mano, que traía en su chaqueta y que ya estaba autorizado, perseguía a su dama por el primer y el segundo piso, por el jardín, por el salón, por el bar y por todos lados, gritando bien fuerte: “¡cuando te alcance te voy a violar maldita mujer, te voy a violar, perra mal parida!”, a lo que ella respondía una y otra vez, por mientras corría, también alzando su “atribulada” voz: “¡por favor, por favor, no me toques, soy una buena mujer; pago mis impuestos y nunca le he robado al fisco, mucho menos con sobornos o licitaciones brujas!”. De esta manera, ocurría una y otra vez y nadie se sorprendía, ni las damas de la luna ni los visitantes, que se acostumbraron a que de vez en cuando un “violador” corriera “furioso” por los tapetes y recovecos de la Casona, persiguiendo a su “víctima” y gritando. Una vez agotados los dos, terminaron en la habitación 27. Sin causarle ni el más mínimo daño a Marilyn, el violador le quitaba la ropa despedazando con una bestial ira el vestido, las medias, los calzones y todo; y después la amaba con más pasión que agresividad, con frenesí, sin ningún rasguño. El violador pagaba el servicio, la fantasía, las zapatillas, el vestuario roto y todo, y se iba, algo avergonzado, cabizbajo y feliz. Las damas lo apreciaban por su sello teatral y aporte a la magia afrodisíaca. Todo ocurría en una hora. El maestre le aplaudía su originalidad y audacia y le dejaba las puertas del amor abiertas. Es que este dulce “sicópata” le daba un sabor distinto al sitio. La leyenda del “violador” de la Casona ha cruzado ya varias fronteras. Es un personaje tan comentado en tantos lugares y que la da tanta publicidad al nido de Chinchorro, que el propietario piensa en darle trato y precio especial. Algunos curiosos han querido ingresar sólo para verlo correr. El exorcista y otros no se quedan tan atrás. Es que la Casona es hechizos, embelesos, guiones, marrullerías, ardor y muchos roces tiernos y arrumacos por doquier.

Como parte de la política de reclutamiento del selecto personal el maestre se paraba en las esquinas nocturnas del placer de Arica y de otras ciudades, incluyendo el extranjero, buscando servidoras públicas que satisficieran los disímiles y antojadizos requerimientos de los asiduos de la Casona, y se encuentra con una atractiva joven, muy femenina y acinturada, como todas las jugadoras del “dream team” o equipo A. El anfitrión era un conservador y las señoritas debían actuar como tales, y ser educadas. También visitaba boites y locales nocturnos e invitaba a algunas damas, a las que escogía con pinzas a integrarse al linajudo ideario de la Casona. A las extranjeras, que contrataba como meseras o artistas, les tramitaba en la gobernación provincial la pertinente visa de trabajo respetando a cabalidad el reglamento de extranjería. El maestre no toleraba el abusar o aprovecharse de las servidoras públicas, de los seres indefensos, de las foráneas.
-Estimada señorita, ¿cuál es su nombre? –consulta el maestre.
-Si me paga media hora, que son 200 escudos, le respondo todo –contesta la joven de la esquina del placer, algo extrañada.
-Acepto. Aquí tiene 300 escudos y dígame, ¿cuál es su nombre?
-Mi nombre es Jennifer, estimado señor.
-Apreciada Jennifer, yo soy el propietario de uno de los nidos del deleite más respetados del país y de América. Usted es una mujer joven, curvilínea, atractiva y que se viste muy bien. La he observado detenidamente y en usted veo la lozanía perfecta para reemplazar a Olivia en nuestro “dream team” de la Casona de los afectos. Conviértete en una de nuestras leonas. A Olivia le ofrecieron matrimonio y se fue. Nos ocurre a menudo. Nos dio mucha tristeza su partida, mas el show debe continuar. Únase a nosotros, a nuestro designio.
-¿Usted cree que puedo ser una prostituta eficiente en la mítica y exigente casa que usted dirige?
-Jennifer, no menoscabe vuestro antiquísimo, inmortal e irremplazable oficio, por favor. Usted no es una prostituta, usted es una servidora pública, y yo que conozco hace años el negocio, diviso en tu curvilíneo cuerpo un talento que será fructífero. No utilices ese lenguaje, no te menosprecies. La genuina prostitución reside en la política, en la religión, en la banca, en los macroempresarios, no en una muchacha que ama físicamente a los varones, sin prejuicios. Los verdaderos corruptos han engañado a la gente a través de los siglos haciéndoles creer que la hembra que entrega su afecto por un justo estipendio es una ramera. Mentira, todo es una farsa. Este mundo es una completa farsa. Los que encubren los abusos a menores de edad, los usureros, los sobornadores, los lavadores de dinero, los criminales, los contrabandistas, los negreros, los poderosos que se roban todo empobreciendo a las multitudes, son los únicos degenerados, las únicas prostitutas. En lo tuyo hay hasta una vocación social. ¿Quién intimará con ese minusválido anhelante de afecto? ¿Qué profesional satisface las fantasías sexuales más estrafalarias e irrazonables de los desazonados caballeros? En mi local nocturno ganarás el triple y más, no pasarás frío y comerás bien, asesorada por nuestra nutricionista y las profesoras de baile y otras, que nos acompañan en nuestra nave del amor. Se una marinera más. Es una morada con todas las comodidades. Te desenvolverás como pez en el agua. Participarás de todas las capacitaciones que el fatigoso quehacer amerite. Eso sí, es obligación asistir al gimnasio y al jacuzzi, mantener el peso, la prestancia y asistir una vez al mes al ginecólogo, más otras exigencias que nuestro elevado profesionalismo demanda. Preséntate con mi contador el lunes y te contrataremos como danzadora del local. Residirás en la pieza 47, que es muy amplia y con un bello separador, como todas las otras, en la que podrás vivir y atender a tus admiradores cada vez que nos visite la luna, todos los días, excepto los días lunes. Yo como propietario cobro un 40% de comisión del precio final. Las propinas, regalos y prebendas te pertenecen en su totalidad. ¿Aceptas el irresistible desafío? –explica y pregunta el anfitrión con convicción.
-Si usted es realmente el dueño de ese refinado sitio, acepto. Iré el lunes. Gracias por la oportunidad. No le fallaré, se lo prometo. Esto es como cumplir un sueño. Me cuesta creer lo que me está sucediendo y no sé si doy digna de tan alto honor –expresa Jennifer con humildad y espíritu industrioso.
Las compañeras de labores le dieron a la veinteañera Jennifer una bienvenida fachendosa, con globos y champagne. Se sintió a gusto de inmediato y demostró ser hacendosa y responsable desde un principio. Algunos la pedían sólo a ella, por sus curvas y vaivenes naturales. El maestre otra vez no se equivocó. Advertía la idoneidad desde lejos. La carrera de Jennifer era prometedora. La chica 47 ya era titular de ese equipo, que siempre consigue muchas victorias en el rectángulo de cuatro perillas. Apegado al ritual, ella fue bautizada con champagne en el jacuzzi, vestida con túnicas blancas, al igual que todas las guerreras.
Un día se presentó ante el maestre una morena brasilera de senos grandes con algunas pertenencias, de nombre combativo Garotiña. Había sido seleccionada por un concurso electrónico que el anfitrión organizó en la cual las postulantes presentaron un set de fotografías en diferentes situaciones coquetas, sueños y su curriculum vitae al correo electrónico del propietario. La Garotiña ejercía sus funciones en un prestigioso local de Río de Janeiro, pero la ambiciosa morena quería un ascenso en su carrera, agrandar su palmarés, internacionalizarse. Su baile de samba adentro de una copa gigante y luminosa de vodka se convirtió en uno de los números aplaudidos en las noches que se presentaba. Más conmoción causó su piel y sus senos grandes. Un día fue tanto que se hizo una subasta para determinar a los tres que la iban a galantear desnudos esa noche, extraviándose en sus montañas. Ella era la chica 22.
Brigitte, la chica 51, del módulo B, también era una penetrante bailarina sicalíptica que el maestre, que era su representaste artístico, presentaba en diferentes sitios y ciudades. Una vez presentando su danza ante los 1700 trabajadores de la empresa minera Los Palitroques tuvo un éxito tal que la contrataban para despedidas de soltero y otros eventos masculinos. El anfitrión facturaba casi todos los días de la semana por ella. Como 150 obreros esforzados y bien pagados querían visitar a la bailarina en la intimidad de su pieza 51, el maestre y el sindicato, en representación de los trabajadores de la mina que se enamoraron de ella, firmaron un acuerdo que en sus puntos más importantes señalaba:
-El sindicato arrendará por unos dos meses completos a Brigitte, con exclusividad.
-Los trabajadores se comprometían a reunir el dinero de la conveniente tarifa acordada con el representante y el maestre, que sería depositada fraccionadamente en su cuenta corriente, según el “recibí conforme” de los proletarios. Al gerente general se le atenderá gratis.
-Brigitte amará con ímpetu y su indumentaria de bailarina a cuatro o cinco pretendientes de Los Palitroques por noche hasta llegar al último.
La chica 51 que ya no tenía precio internacional en sus quehaceres laborales por sus 42 años de edad, era accesible para mineros ahorrativos y entusiastas. Y así fue, todos cumplieron el acuerdo de caballeros. Brigitte amó con robustez a cuatro o cinco admiradores por jornada hasta completar la cuota de 150. Algunos obreros que disfrutaron de su compañía le llevaron rosas rojas o poemas. A veces el romanticismo y la literatura se apoderaban de los nidos del amor. Este mismo trato lo hizo con los operarios de varias otras empresas prósperas. Las colegas de cariño le decían “la empresaria” a la 51. Como todas las funcionarias de la Casona estaban desparasitadas y perfumadas, la prestigiosa ardentía o temperatura alta era segura. El fuego devorador de las servidoras públicas no era un mito urbano. Eran unas leonas. El maestre era intransigente en la fogosidad de sus funcionarias. El rendimiento amatorio de “la empresaria” no ha sido superado. Ella es un paradigma, el prototipo de la acompañante perfecta de un colectivo.
El 8 de diciembre del año 2030 el maestre detiene las coreografías del tablado para despedir o jubilar a Naomi, quien cumplió brillantemente 20 años de servicio, y se dirige por el micrófono a todos, con una emoción contenida: “Damas y caballeros para mí es un honor despedir en esta noche de la Casona del Cariño a Naomi, quien prestó sus servicios ininterrumpidos durante fructíferos 20 años. Así como los prelados se retiran a los 75 años de edad, nuestras doncellas concluyen con su estremecedor trabajo en el equipo A a los 40 años; es parte de nuestro código que no es tan canónico. Ella es un ejemplo para las nuevas generaciones de escoltas. Y escuchen las más jóvenes, Naomi nunca se quejaba y siempre puso todos sus esfuerzos y caricias con los distinguidos varones que nos acompañaron gustosos estas dos décadas. Ella deja una huella y una marca muy difícil de superar. Las nuevas funcionarias veían en ella una líder leal, una consejera noble, una profesora afable, sobre todo con las damiselas que quisieron consumir sustancias extrañas o que quisieron desviarse del buen camino. He recibido conmovedoras cartas reservadas de agradecimiento de parlamentarios, religiosos, empresarios y otros clientes, que tuvieron el privilegio de ser acariciados por la delicada servidora pública que hoy se nos va. Sin más preámbulos, dejo con ustedes en sus últimos vocablos en esta madriguera del amor, a Naomi”.
“Damas y caballeros –ella intenta mantener la compostura-, les comunico a todos ustedes que fue un honor ser una dama de compañía durante dos zarandeadas décadas en este nido del afecto vehemente. En cada jornada puse todo de mí. Siempre me acicalé y me alimenté adecuadamente e hice todos mis ejercicios y tareas. Y de mis admiradores solo recibí palabras afectuosas y más de algún aplauso. Desde ya pido disculpas -caen algunas lágrimas- si en algo me equivoqué o si en algún momento no puse todo el esfuerzo que las circunstancias ameritaban. No soportaría ser un mal ejemplo a las colegas, a las chiquillas. Me retiro con la frente en alto. Literalmente entregué mi piel y mi ser. Nunca arrugué y siempre fui puntual y movediza, por obesos o gigantes que fueran los caballeros. Nunca saqué la vuelta o presenté licencia médica. Mis sagrados deberes eran lo primero. Siempre pensé en el prójimo, en ese otro que ingresaba anhelante a mis agitadas sábanas. Vendrán nuevas y frescas flores a adornar este prestigioso jardín. Nadie es irremplazable. Por alguna razón, siento un vacío dentro de mí, mas debo partir. La chica 36 les desea lo mejor. Y como me dijo un transpirado italiano después de ponerse la camisa muy contento: “arrivederci””. Todos los presentes, sin excepción, levantaron su copa de champagne francés y le cantaron a Naomi el himno “Llegó la hora de decir adiós”, por mientras caminaba a su nido con su último acompañante, que la pidió con ruegos. La gente y sus colegas la siguieron y se detuvieron en la habitación 36 con halagos y una ovación. La conmoción era insostenible. Naomi con un pañuelo blanco saluda desde el dintel de su puerta a esa improvisada y pequeña aglomeración que vino a despedirla. La chica 36 cerró la puerta como una mariposa y amó con desenfreno, como era su costumbre, a su postrero galán. En su alma portaba toneladas de melancolía, que se subieron al avión con ella. Una historia de ahínco terminó, y la fiesta perenne continuó.
El “comando” se presentaba trimestralmente con su casco, bototos, pistolas y metralletas de plástico y su uniforme de militar. Dentro del ramillete optó por Sabrina, a la cual le entregó un disco compacto con marchas militares que incluían cañonazos, ruidos de aviones y balaceras, como en las películas sobre Vietnam. A él le gustaba marchar por todos lados. Si bien el volumen era ensordecedor, las piezas estaban acondicionadas para neutralizar la contaminación acústica y todo tipo de ruidos. La chica 10 se puso pintura de guerra en la cara y en parte de su cuerpo, más una boina, una cantimplora y otros elementos belicosos que incluían el que ella marchara con él dentro del nido, con estricta marcialidad. Él le daba órdenes con voz potente y ella obedecía como soldado raso. Concluida su “batalla” en la cima del colchón, el comando se retiraba vestido de civil y con su uniforme, material de guerra y disco en su brazo. La chica 10 fue sometida a un régimen de silencio por un par de horas, salvaguardando así sus tímpanos.
Don Clodoveo, un acaudalado empresario, al que lo acomplejaba su disfunción eréctil, se presentó discretamente ante el maestre solicitando el tratamiento adecuado. Grace, que estudió sicología en la universidad un año y que conocía el tema dentro del campo de juego y que poseía experiencia en este quisquilloso lío masculino, aceptó el desafío de someter a terapia don Clodoveo con bailes, ungüentos y jacuzzi, más los trucos del amor. Obviamente en una hora era muy poco, así que pagaba sesiones completas que podían durar varias horas. Si bien el prestigio de la Casona estaba en juego una vez más, la chica 12 no falló. El maestre sabía lo que hacía y escogió a la sanadora y masajista perfecta. Dicen que don Clodoveo hasta recuperó su salud sexual y su sagrado matrimonio totalmente.
Las puertas de las habitaciones estaban adornadas con flores de plástico, por dentro y por fuera, con un epicúreo antejardín sobre la alfombra fina de color verde pasto que cubrían unos pasillos que daban la esporádica impresión de que se estaba en el campo, en la selva amazónica. Las parejas caminaban solemnes hacia las habitaciones, como si fueran novios. Un caballero podía solicitar cualquier dama en medio de la algarabía del salón. Sólo tenía que pasar por la caja y comprar el número de la señorita que lo había cautivado y acercársele con buenos modales solicitándole que lo acompañe a su nido.
El maestre era muy riguroso en obligar a las funcionarias a visitar al ginecólogo una vez por mes. Era un deber moral tener una salud apta para el servicio. Las bajas o desvinculaciones de la tamizada Casona por razones de higiene o conducta impropia fueron poquísimas. Hubo que enrielar a otras que se comportaban como futbolistas, obispos o parlamentarios. La probidad era un principio ético intransable en el maestre.
El “ensangrentado” era un varón musculoso y alto que pasaba primero a la sala de maquillaje a pintarse de rojo con el propósito de dar la sensación de que estaba algo herido y con sangre. Obviamente, Scarlett se “ensangrentaba” la cabeza y parte del cuerpo e ingresaba a la pieza 15 “muy herida” a entregarle su fuego y “dolores por doquier”. Las áreas de maquillaje, utilería, vestuario y producción era capaces de materializar los requerimientos más enmarañados o extravagantes. En algunas oportunidades se vestían al estilo Luis XVI o de cavernícolas o de persas o de monjas o de marcianas.
A la Casona también llegaban sacerdotes, pastores, rabinos, musulmanes, socialistas, socialcristianos, capitalistas, conservadores, liberales y todo lo demás. La tolerancia y el pluralismo eran totales, porque el único principio era el afecto. El maestre se indignaba sin controlarse cuando algunos clientes insinuaban que aquel sacro lugar era un prostíbulo. El siempre se defendía férreamente replicando que las únicas rameras eran la religión, la política, los banqueros, la concentración de la riqueza en pocas manos, los negreros, los macroempresarios, los violentos, los usureros, los fariseos y los abusadores en general.
El “bullanguero”, de más 60 años de edad, vestía sobriamente. Lo que sí era obligación, que Cleopatra pusiera en su nido 8 unos discos compactos, que tenían grabado con un alto volumen los insuperables gemidos orgásmicos de una mujer disfrutando del sexo desesperadamente y a cabalidad. Cleopatra ponía tres discos distintos a la misma vez, en los tres aparatos musicales que había en su dormitorio. Por la obscena bulla, las colegas adivinaban que el circunspecto “bullanguero” las visitaba.
La “estatua de la libertad” era poco requerida porque tenía relaciones sin moverse. Su rol era permanecer tiesa de principio a fin. Era más que nada una curiosidad.
“La monja”, o la chica 2, que se vestía como tal, si bien era insaciable y transpiraba la gota gorda en la lecho, obligaba a sus admiradores a rezar los tres minutos primeros antes de iniciar las tocaciones formales del temporal amorío. Al parecer padecía fiebre uterina porque era una máquina invulnerable en el cuadrilátero. Era toda una digna eclesiástica.
Al “gritón” era fácil de atender, sólo se requería de voluntad y ánimo. Britney debía desvestirlo y manosearlo sin disfraz ni nada usando métodos clásicos. Lo que sí en el acto sexual propiamente tal a él le gustaba gritar como Tarzán, utilizando variadas perspectivas, y después le pedía a su amada que gritara ella, lo más fuerte que pudiera, para terminar gritando los dos. El “gritón” se iba totalmente desestresado a su hogar. Veía en las funcionarias públicas unas terapeutas, entre otros.
Esta es una milimétrica parte de las cien mil historias de la Casona del Cariño, el nido que desde el año 1990 y durante 50 años entregó pasión y dicha a todos los hombres que fueron afortunados en conocer su arte, balanceos y embrujos. Existen tantas extravagancias, formatos y petitorios como mentes. Claro está, estos balcones del placer estaban pensados sólo para machos con una exigente sed sexual y dinero. No aceptaba los tríos ni las otras opciones. Todo era entre un caballero y una dama y punto. Era puritano en sus costumbres, como su santa madre. El maestre, con 80 años de edad cerró la Casona y se retiró de todo negocio, con un sentimiento de que cumplió su misión o apostolado aquí en la tierra. Por dedicarse de cuerpo y alma al prójimo, jamás se casó. Dicen que las estelas de los ardientes nidos se observarán por siempre. Los que pasan por ese lugar aún sienten un diminuto bullicio y verían luces prendidas en la oscura noche, como si fuera un crucero fantasma. La Casona es un poco como el Vaticano y el maestre como el Romano Pontífice, con la diferencia de que el anfitrión no participó jamás de la pedofilia ni del lavado de dinero. Así como los cardenales y políticos atienden en sus nidos a los poderosos, negreros y clientes regalones, las genuinas servidoras públicas atienden con esmero y muchísimas caricias a ese prójimo que las visita expectante. Las casonas de los cariños en sí jamás morirán, es parte de la naturaleza humana irredenta y su esencia es sempiterna. Es curioso, la fantasía del maestre era que cada esposa fuera una leona en su hogar, con todas las fantasías y embelecos del caso. Era todo un conservador que creía firmemente en la institucionalidad del matrimonio. El maestre siempre pensó que era el servidor público número uno de la república. Ninguna calle lleva su nombre. El maestre tenía la respuesta para la pregunta de los milenios: ¿quién es la genuina ramera, la gran ramera?¿Quiénes son los verdaderos “violadores” “comandos” y “ensangrentados” y pervertidos en la sociedad?¿Cuál es el epicentro de toda prostitución? Al igual que este relato, el maestre siempre fue un incomprendido.




FIN


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